De hecho, la lechuza es capaz de localizar a su presa con los oídos
con la misma o mayor facilidad que con la vista. Para ello, gira la
cabeza y la balancea adelante y atrás para determinar con precisión la
ubicación de sus presas, e incluso emite unos “clics” periódicos a modo
de ecolocación.
La persona que trabaje con la medicina del búho
será capaz de ver y oír lo que los demás intentan ocultar; escucharán
lo que no se ha dicho y verán lo que está oculto o entre sombras; y,
cómo no, también podrán detectar y localizar hasta los detalles más
sutiles. Esto puede hacer que las personas de su entorno se sientas
incómodas, porque no van a ser capaces de engañarla respecto a los
motivos de sus actos.
Las personas búho tienen la habilidad
única de ver en la oscuridad de las almas y de la vida de los demás, y
esto puede resultar ciertamente estremecedor para muchas personas. Por
otra parte, estas dotes visuales y auditivas tienen su contrapartida
metafísica en los dones de la clarividencia y la clariaudiencia.
El búho, como ave nocturna que es, te puede enseñar los secretos de la
noche, puede, mostrarte todo cuanto sucede cuando el sol ha
desaparecido. Los búhos son los ojos de la noche, y ven todo lo que no
está a la vista; disponen de conocimientos secretos que pueden
compartir, y es su medicina la que puede revelarte esos secretos.
Existen más de cien especies de búhos, y todas ellas han tenido una
relación estrecha con los seres humanos; pues, allá donde haya seres
humanos, habrá también roedores, que son el principal sustento de los
búhos. Este es el motivo por el cual los búhos viven en las cercanías de
los seres humanos. Lo malo de esta cercanía es que cazadores y
granjeros matan frecuentemente a los búhos, creyendo que los gatos
pueden controlar mejor las plagas de roedores. Pero nada podría estar
más lejos de la realidad, pues una sola lechuza es capaz de matar diez
veces más ratones que un gato en una sola noche, y más aún si tiene
pollos que alimentar.
Al igual que los seres humanos, los búhos
parpadean cerrando los párpados superiores, lo cual les dota de esa
expresión tan humana que tanto ha fomentado su misticismo. Pero, a
diferencia de los humanos, no pueden girar los ojos; es su flexible
cuello el que les permite un amplio alcance de visión periférica. Sin
embargo, no pueden voltear la cabeza por completo, aunque la mueven con
tanta rapidez que puede dar esa impresión. El simbolismo del cuello y de
su flexibilidad debería ser objeto de meditación para aquellas personas
que siguen la medicina del búho. Cuando se tiene un cuello rígido y
poco flexible, las percepciones pueden verse obstaculizadas en gran
medida, por lo que todo aquel que trabaje con tótems de búhos hará bien
en darse masajes de cuello.
El búho, al igual que los halcones y
otras aves rapaces, dispone de un tercer párpado, el párpado
nictitante, que se mueve de un lado a otro y sirve para limpiar el globo
ocular y aclarar la visión. Claro está que esto es un símbolo de la
nueva visión que se abre ante ti, y suele indicar que naciste con
grandes dotes de percepción, con una visión de los demás que quizás no
hayas reconocido. Frecuentemente, las personas que tienen un búho como
tótem de poder disponen de una capacidad única para ver a través de los
ojos el alma de los demás; aunque a veces desestiman estas percepciones
como meras fantasías, con frases como «¿Pero como se me ocurre pensar
eso de esta persona?» cuando lo mejor que podrían hacer es confiar en
este tipo de «fantasías», sean positivas o negativas.
Los
hábitos de apareamiento de los búhos siguen patrones similares a los de
otras aves, pues el macho incrementa sus llamadas e interpreta una danza
para ganarse la atención de las hembras. Pero son muchos los búhos que
prefieren vivir solos, y que únicamente buscan compañía para la cría.
Así la hembra, sobre todo entre los grandes búhos orejudos, solo se
aparea cuando confía de verdad en el macho. Algunas especies de búhos se
emparejan de por vida, como es el caso de la lechuza común, en tanto
que otras se emparejan y se mantienen tienen juntas solo hasta que las
crías abandonan el nido.
Hay bastantes especies de búhos que no
construyen nidos, sino que ponen los huevos en las horquillas de las
ramas o utilizan los nidos abandonados de otros pájaros, por lo que
resulta habitual encontrarse con polluelos a los pies de los árboles de
donde han caído. Muchas personas los recogen, creyendo que han sido
abandonados, pero rara vez ocurre esto, por lo que, si se les deja en
paz, la madre se ocupará de ellos.
Naturalmente, es la hembra
la que empolla los huevos, pero el macho se encarga de mantener el
suministro de ratones, tanto para la hembra como para los pollos. Un
solo macho, alimentando a la hembra y a los pollos, puede matar a
docenas de ratones o su equivalente en una sola noche, hecho que
atestigua la gran capacidad de caza y de control de roedores que un búho
puede aportar a sus alrededores.
El vuelo de los búhos es
sumamente silencioso, pues el borde frontal de sus alas tiene un ribete
de plumas que amortigua el sonido del aire. Por otra parte, la mayoría
de los búhos disponen de unas alas mucho más grandes de lo que
correspondería al tamaño de su cuerpo, cosa que les permite volar a baja
velocidad y suavemente, lo cual contribuye al silencio de su vuelo en
los ataques. Y, ciertamente, el silencio es algo que deberían de
cultivar los que tienen por tótem al búho: guarda silencio y sigue
adelante con tus asuntos, pues esto es lo que te proporcionará el éxito.
Existen algunas especies de búho en peligro de extinción; debido, por
una parte, a la destrucción de sus hábitats y, por otra, a la caza
indiscriminada. El cárabo californiano o búho manchado es una de las
especies que se halla en peligro de extinción debido a la pérdida de su
hábitat; por otra parte, la lechuza común se halla también en peligro en
muchos estados de Estados Unidos, pero en este caso es debido
principalmente a la caza y a la idea errónea de que los búhos son una
plaga.
Se han llevado a cabo muchos estudios sobre las presas
habituales de los búhos, investigaciones que han sido posibles en gran
medida gracias a las «bolitas de búho». El búho se traga normalmente a
sus presas enteras, comenzando por la cabeza, de modo que aquellas
partes de la presa que no son digeribles (huesos, piel, dientes, garras,
etc.) las regurgita en forma de bolas. Se trata de un acto simbólico de
gran importancia, pues, al tragarse la presa por la cabeza, el búho
toma para sí la sabiduría y la energía de su víctima en tanto que la
regurgitación es un reflejo de su capacidad para desprenderse de todo
aquello que pueda ser perjudicial para él.
Conviene estudiar
las características particulares de cada una de las especies de búhos,
así como las características generales de todos ellos, pues te permitirá
definir con exactitud de qué modo te va a afectar el búho en tu vida.
Aquí vamos a examinar seis especies de búhos para darte una idea de cómo
relacionarte con tu tótem en tu vida personal.
Algunas
especies de búho tienen una rapaz diurna que las equilibra. El búho es
lunar y nocturno, en tanto que otras rapaces son diurnas y solares. Los
búhos y determinadas especies de halcones comparten muchas veces los
mismos territorios de caza, uno cazando y haciendo uso del territorio
durante el día y el otro durante la noche. No es necesario que se lleven
bien, sino que simplemente se toleran entre sí en cierta medida. Esto
daría lugar a una medicina equilibrada, por lo que podrían realizarse
rituales y meditaciones con el búho y su equivalente solar para
equilibrar lo masculino y lo femenino.
Un ejemplo de medicina
equilibrada sería la de la utilización conjunta de plumas de búho y de
halcón en una bolsa de sueños con el fin de estimular la ensoñación
lúcida. Por ejemplo, una pluma de halcón de cola roja atada entre dos
plumas de búho real, colgadas sobre la cama, pueden ayudarte a reafirmar
tu voluntad sobre los estados oníricos; es decir, lo puedes utilizar
para desarrollar la proyección astral o, simplemente, para el control
consciente del argumento del sueño durante la noche.
El primer
búho que examinaremos es el búho real americano, que es el depredador
más agresivo de la familia de los búhos americanos. Es un ave poderosa y
veloz, capaz de quebrarle el cuello a una marmota en un instante;
aunque no dudará en tomar cualquier otra presa que se le presente,
incluso otras aves rapaces, que temen sus formidables garras y su
potente pico. El halcón de cola roja sería el equivalente solar y diurno
del lunar y nocturno búho real, debido a que a veces hace sus nidos en
el mismo territorio de caza, si bien esto no quiere decir que se lleven
bien. De hecho, los búhos pueden hostigar a los halcones hasta tal punto
que, de presentarse la ocasión, el halcón puede intentar acabar con el
búho. Lo cierto es que el águila real es la única rapaz que no le tiene
miedo al búho real ni se deja intimidar por él.
Lo que ha
permitido al búho real sobrevivir y adaptarse a entornos en cambio
constante es, precisamente, su elevada agresividad. Pero, por desgracia,
esa misma agresividad ha supuesto un grave obstáculo para la
reproducción del halcón peregrino en sus antiguos hábitats, de los
cuales se apoderó el búho real en su ausencia, unos hábitats y unos
recursos alimentarios que ahora parece no estar dispuesto a compartir.
Muchas personas consideran el ulular del búho real, especialmente
intenso en la época de apareamiento, como el anuncio de la primavera. Su
hábitat favorito lo constituyen las densas zonas boscosas de
caducifolias y coníferas, pero es capaz de vivir en cualquier entorno en
el que encuentre provisiones de alimento.
La presa favorita
del gran búho real es la mofeta, por lo que todo aquel que tenga a este
búho como tótem debería estudiar también a este animal. El búho real no
dispone de un gran sentido del olfato, que es probablemente el motivo
por el que se atreve con las mofetas. Por otra parte, convendrá estudiar
también a los córvidos, pues con frecuencia unen fuerzas para acosar a
los búhos en su territorio; dado que, si el búho encuentra los nidos de
los cuervos durante el día, es probable que les haga una visita por la
noche, cuando los cuervos no pueden verle ni oírle llegar.
Los
penachos de plumas que tienen estos búhos en la cabeza no ocultan en
realidad sus oídos, pues estos los tienen situados más abajo,
proporcionándoles, al igual que al resto de los búhos, una audición
sumamente precisa, pues pueden oír tan bien o mejor de lo que pueden
ver.
La siguiente especie que vamos a describir es la de la
lechuza común. Esta rapaz tiene un disco facial en forma de corazón, que
es un rasgo único dentro de la familia de los búhos, y que refleja la
capacidad para conectar el corazón con la mente, algo que la lechuza te
puede enseñar a hacer. También tiene los ojos más oscuros, y un plumaje
de color pardo dorado en la parte superior de la cabeza, que linda por
debajo con su resplandeciente plumaje blanco.
La gente le ha
dado a la lechuza común los nombres más variados; entre ellos, el de
búho fantasma, por parecer un espectro cuando se la ve por la noche
entre las ramas de los árboles, debido a su blanco plumaje. Y de ahí que
su medicina te pueda poner en contacto con viejos fantasmas y espíritus
que todavía merodean por sus antiguas casas, una medicina que se puede
utilizar para desarrollar la mediumnidad y el contacto espiritista.
La lechuza común es una maestra en el arte de la caza, y es lamentable
que haya granjeros que les disparen y las reemplacen por gatos, pues no
se dan cuenta de que «una pareja de lechuzas puede eliminar más ratones
en una noche que diez gatos juntos».
Pero su habilidad para la
caza viene en gran medida determinada por su magnífico oído. De hecho,
la lechuza dedica gran parte de su cerebro a procesar las señales
auditivas que recogen sus oídos; pero, además, dispone también de un
sistema de ecolocación, una especie de sónar que le permite localizar
con total precisión a sus presas. Todo esto sin implica que las personas
que tengan a esta ave como tótem es muy probable que desarrollen la
capacidad de escuchar la voz interior e, incluso, las voces de los
espíritus (clariaudiencia).
Las lechuzas son unas oportunistas,
con una gran capacidad inventiva y adaptativa, irán a buscar a sus
presas donde quiera que se encuentren. Sus presas más habituales son
ratones, por lo que yo recomendaría a quienes utilicen la medicina de la
lechuza que estudien también las cualidades del ratón.
Otra
especie de búho fascinante es el cárabo norteamericano. Los cárabos
dominan el arte vocal, y son, ciertamente, encantadores. Son grandes y
redondos, de ojos oscuros, con unas franjas oscuras en el plumaje que se
cruzan a modo de bufanda en la parte superior del pecho y el cuello. Es
como si esas franjas fueran una señal externa de que el cárabo tiene
gran parte de su agresividad bajo control.
Se le suele
encontrar en densos bosques caducifolios y en ciénagas, pero, debido a
la destrucción de sus hábitats, ha comenzado a invadir los territorios
del cárabo californiano o búho manchado; y dado que el búho grande se
como al chico, este último se está viendo amenazado en su supervivencia,
a pesar de ser una especie cercana al cárabo norteamericano y compartir
ambos su amor por los bosques primitivos.
El equivalente
diurno del cárabo norteamericano es el busardo de hombros rojos y, a
diferencia del búho real y el halcón de cola roja, ambos comparten
amigablemente los mismos territorios de bosques húmedos, hasta el punto
que, en ocasiones, comparten incluso el mismo espacio de nidación.
Pero el rasgo más destacable del cárabo norteamericano es, sin duda
alguna, su carácter benigno; pues, aunque puede intentar parecer
amenazador, en realidad es inofensivo. Eso sí, es un gran actor y puede
montar un gran show. Muchos ornitólogos creen que sus brillantes
interpretaciones vocales están diseñadas para ahuyentar a otros animales
y personas, por lo que podríamos deducir que el cárabo norteamericano
puede enseñarnos a utilizar la voz para conseguir efectos sorprendentes.
Los autillos son mucho más pequeños que los búhos de los que hemos
hablado hasta este punto; pero, al igual que el búho real, tienen
también sendos penachos de plumas que les dan la apariencia de tener
orejas. Son normalmente de un color rojizo o gris, y tienen solo entre
15 y 25 centímetros de altura.
En contra de lo que podría
parecer por su nombre en inglés, screech owl (búho chillón), los
autillos no chillan en realidad, pareciendo más bien sus llamadas un
suave relincho. Durante la época de apareamiento, el macho y la hembra
entonan algo parecido a un dueto, teniendo el macho un tono más grave
que el de la hembra, y solo se les oye «chillar» cuando sus crías pueden
estar amenazadas.
A pesar de su pequeño tamaño, muchos
comparan el valor y la agresividad de los autillos con los de los búhos
reales, de los cuales son, por su aspecto, una representación en
miniatura.
El equivalente diurno del autillo es el cernícalo,
con el que comparte los mismos territorios. Ambos sienten predilección
por las lindes de los bosques y por el uso de agujeros para anidar, y
ambos disfrutan comiendo grillos y ratones.
Los autillos son
unos excelentes cazadores y, de cuando en cuando, se les ve cazar en
equipo. Su capacidad para cooperar con la vista puesta en la
supervivencia es parte de lo que el autillo te puede enseñar,
mostrándote el modo de combinar la agresividad y la individualidad con
la capacidad cooperativa.
Por su parte, el búho o lechuza
campestre es uno de los pocos búhos que caza indistintamente de día o de
noche, lo cual nos indica que su medicina es igual de poderosa durante
el día que durante la noche. Pero también es singular por la forma
meticulosa con la que construye su hogar y porque migra. Las manchas
llameantes de su plumaje dan cuenta de su nombre científico, Asio
flammeus, pero también son un reflejo de su fogosa personalidad. Esta
lechuza tiene la singular característica de aparecer de la noche a la
mañana en gran número allí donde se da un incremento repentino de
población de campañoles (ratones de campo). Esta es una de las cosas que
la lechuza campestre te puede enseñar, ese sexto sentido para poder
estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno.
Por otra
parte, se trata de un búho valiente al que no le incomoda jugar de vez
en cuando. Aunque los cuervos son capaces de hostigar y expulsar de su
zona a halcones y a otros búhos, las lechuzas campestres son capaces de
cambiar las tomas con los cuervos, que terminan pasando de agresores a
víctimas cuando se atreven a meterse con las lechuzas campestres. Aunque
pequeñas, son muy fuertes y rápidas, y lo mejor de todo es que no
aparentan tener miedo. De hecho, no tienen motivos para tenerlo, pues
pocas aves se les pueden comparar en maniobrabilidad en vuelo. Incluso
la garza azulada, que se cree que es la reina de las marismas, ha caído
ante la lechuza campestre en más de una ocasión.
Ni siquiera su
homólogo diurno, el aguilucho, que es el más ágil de los halcones,
puede superarla. Estas dos especies comparten frecuentemente el mismo
territorio, y en muchas ocasiones se enzarzan en «combates aéreos»
lúdicos, pues suelen anidar cerca unos de otros y rara vez se les ve
pelear de verdad.
La lechuza campestre es un ave muy versátil y
curiosa, con unas habilidades insuperables que nos ofrecen un ejemplo
claro de lo que supone la fusión del aire con el fuego. Esta combinación
tiene un efecto estimulante sobre todo tipo de energías, alimentando la
pasión de vivir y el fuego de la inspiración, al tiempo que despierta
la imaginación.
De la última especie que hablaré es del
majestuoso búho nival. Para empezar, es más grande que el gran búho real
americano, si bien su característica más llamativa es su
resplandeciente color blanco, que le sirve de camuflaje en su hábitat
natural, la tundra ártica, aunque también migra hacia el sur de vez en
cuando en busca de comida.
La mayoría de los búhos caza por la
noche, pero, al igual que la lechuza campestre, el búho nival también es
capaz de cazar durante el día; de hecho, es capaz de cazar tanto a
pleno sol como en la más absoluta oscuridad. Y ello se debe a su
singular habilidad para abrir y cerrar el iris, sea cual sea la
intensidad de luz o su carencia absoluta.
El búho nival caza
habitualmente apostándose en un lugar elevado y esperando pacientemente,
al punto que da la impresión de ser un tanto perezoso para la caza, o
bien que se pasa el día descansando. Pero no hay nada más lejos de la
realidad. Lo que hace este búho es conservar la energía, mientras
observa constantemente el territorio que tiene a su alcance, entrando en
acción solo cuando se le presenta una oportunidad. Este sentirlo del
tiempo y de la espera es lo que te puede enseñar el búho nival.
Sus presas preferidas son los lemmings y las liebres polares, de los
que sugiero su estudio a todos aquellos que tengan al búho nival como
tótem. Normalmente, se comen su peso en comida cada día y, al igual que
la lechuza campestre, suelen recurrir al truco de desplazarse a otras
zonas donde es más probable que abunden los alimentos. Parece incluso
que sea capaz de detectar instintivamente los posibles períodos de
escasez, lo que le lleva a marcharse de la zona y a regresar en los
momentos más oportunos. Esta especie de instinto profético es parte de
lo que esta ave te puede enseñar, pues tiene el poder de la profecía y
el espíritu.
Pero, curiosamente, cuando el búho nival se
traslada a un territorio nuevo, jamás exterioriza su presencia; se
introduce en silencio y se dedica a sus asuntos, constituyendo esto una
parte importante de su éxito por la supervivencia, además de algo que te
puede enseñar. Cuando camina, el búho nival retrae las garras bajo una
colcha de plumas que cubre sus patas, lo cual refleja su habilidad para
no parecer amenazador, a pesar de su fuerza y su capacidad cazadora. En
definitiva, el búho nival actúa con paciencia, tiempo y habilidad, y no a
través de la intimidación. La verdadera fuerza es discreta, y eso es lo
que el búho nival nos enseña.
Así pues, se trata de un ave muy
habilidosa en el entramado de la supervivencia, pues hasta sus
ejemplares más jóvenes son capaces de esprintar, nadar e incluso hacerse
el muerto si es necesario, adoptando un cuasi estado de letargo. Este
pájaro parece encarnar la fuerza y el poder del gran búho real, pero con
el temperamento del cárabo norteamericano. Y, sobre todo, con la
habilidad, el valor y los talentos de la lechuza campestre.
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