domingo, 29 de agosto de 2021

Jeff Foster - Creación y Destrucción del Karma.

 

“La ley es simple. Cada experiencia se repite o se sufre hasta que la experimentas adecuada y completamente por primera vez.“
Ben Okri


Justo en el momento en que tenemos un encuentro con el enojo, con la tristeza, con el miedo, con la duda, con el dolor, en su estado puro, no filtrado y completamente natural; sin el intento de evitarlo, ni de adormecernos ante él, sin manipularlo de alguna forma, sin convertirlo en nuestro enemigo, ese ciclo del karma relacionado a ese aspecto en particular de la experiencia, se rompe.



Cuando hay resistencia hacia lo que ya es, cuando se trata de evitar lo que surge en la vida, cuando se rechaza alguna experiencia, cuando uno se rehúsa a convivir con ESTO tal y como es, ese enojo puro, natural, se solidifica como "mi enojo”, y nace entonces una identidad (falsa). Ahora me identifico como “el que está enojado” (o “el que está frustrado” o “el miedoso”, y así sucesivamente.) He olvidado que soy el vasto espacio de consciencia en donde todas las sensaciones y sentimientos tienen el absoluto permiso de surgir. Olvidé que lo que realmente soy es por naturaleza algo no identificable e incapaz de juzgar… ¡sin tener que “intentar” serlo! Olvido mi verdadera identidad como la vida misma. Olvido la vastedad y me identifico como una “cosa” muy limitada, un objeto dentro del tiempo y el espacio. Es aquí donde nace el karma. Y donde comienza la violencia.

La historia del karma, la historia de la causa y el efecto, es la historia de “este objeto o persona HIZO que me enojara”. Repito la historia una y otra vez, me la repito a mí y a los demás, a través de mis palabras y mis acciones. Estoy inconscientemente jugando el papel de “la persona enojada”, y entonces ¡ahora voy por todos lados buscando cosas y personas con QUIEN enojarme! Árboles, autos, animales, palabras - cualquier cosa se vale. Si no hubiera objetos o personas con QUIEN enojarme ¿cómo podría yo reconocerme como “el enojado”? ¡Por eso creo que debo alimentar esa identidad! Me protejo a mí mismo de la muerte de esa identidad proyectando mi enojo hacia todo y todos los que veo. Ahora viene hacia mí un momento eterno de enojo y así es como el ciclo comienza. Me identifico como una persona separada.

Años después podría yo seguir regurgitando la misma historia, repitiendo la experiencia incansablemente, reconstruyendo la historia de “yo y mi enojo” y la justificación de porqué estoy enojado, lo mal que todo salió, lo terrible que tal o cual persona hizo. Puedo repetir esto a mis hijos y ellos lo repetirán a sus hijos y la identificación pasará a través de las generaciones, y el círculo del prejuicio y violencia se mantendrá intacto. Ese es el verdadero significado de la reencarnación. Y todo esto continúa hasta que el ciclo se rompe, en un solo momento, a través de la profunda aceptación de lo que surge. El Amor, en el sentido profundo de la palabra, destruye el karma.

En la absoluta aceptación, esa energía pura de vida que llamamos “enojo” (o miedo, o dolor…) es aceptada profundamente conforme surge en el momento, y es reconocida como yo mismo. Esa sensación natural está siendo profundamente aceptada aquí para que viva su breve existencia y muera en su debido tiempo. La etiqueta “enojo” ni siquiera tiene la necesidad de surgir, ya que ninguna etiqueta es necesaria en el misterio de esto. Y estas etiquetas, si es que llegan a aparecer, son también bienvenidas como parte del misterio. La sensación es bienvenida, y tiene permiso de estar, y permiso de pasar con su dulce forma. La intensidad de la vida se recibe con un bello abrazo.

Los pensamientos, sensaciones y sentimientos surgen en el océano que somos, los “hijos” de la consciencia, como yo les llamo - sí, ¡la consciencia es el padre supremo! - no se abortan, no se les aplica la eutanasia, no son negados. Se les honra. Se les reconoce en presencia. Nunca se convierten en enemigos. Y así, nunca nos identificamos como seres limitados. “El enojado” jamás nace - sólo hay un momento de enojo. “El frustrado” nunca tiene porqué surgir - sólo surge un momento de frustración. “La víctima del dolor” jamás tiene la oportunidad de echar sus raíces - hay sólo esa fuerte sensación a la que llamamos “dolor”. Y todas esas olas surgen y se disuelven en el inmenso océano que somos, nunca se vuelven “permanentes”. “El herido” se reconoce ahora por la imagen transitoria que realmente es. “La víctima” es sólo una historia, aquí en la vastedad que tú eres. El recuerdo de esta vastedad - que es la vastedad que nos compone a todos - reverbera a través de las generaciones. El karma nunca se crea y de la misma forma tampoco se transmite. Tú no te reúnes con tus seres amados como “la persona enojada” o “el herido” o “el temeroso”, sino como la vastedad ilimitada en donde la ira, el miedo, el dolor, la duda, en donde toda energía tiene permiso de surgir y desaparecer. Sanándote a ti mismo de una identificación errónea, otros sanarán automáticamente gracias a “ti”. El karma ya no se “genera” y así, el ciclo se rompe.

Un momento presente no es sólo un momento presente. Es precioso y sagrado y está preñado de potencial.

Es una invitación para liberar a tus seres queridos de “ti”, ahora y en las generaciones futuras al dejar de participar en la creación del karma.

Liberándote a ti de esa manera, liberas al universo para siempre.

https://www.facebook.com/dahara.vidya

Jeff Foster

lunes, 9 de agosto de 2021

HONGOS O CARNE DE LOS DIOSES.

 

Los hongos eran 'carne de los dioses' para la civilización azteca


Sus propiedades alucinógenas servían para tener una comunicación con las deidades o predecir el futuro


Para los aztecas, los hongos alucinógenos eran un alimento sagrado al que identificaban como carne o alimento de los dioses, mismos que les provocaban alucinaciones y visiones de las deidades que veneraban.

En su lengua nativa los llamaban teonanacatl, cuya etimología proviene de las voces teotl, "Dios", y nanacatl, de nacatl, "alimento".

"Tenían otra manera de embriaguez que los hacía más crueles (…) a estos hongos los llamaban en su lengua teonanacatl, que quiere decir carne de Dios, del demonio que ellos adoraban", escribió fray Toribio de Benavente, conocido como Motolinia.

Algunas referencias históricas los describen como medicinales contra la fiebre y la gota.

Francisco Hernández, protomédico del Nuevo Mundo, describió tres tipos: unos que provocaban ataques de risa incontrolable (teyhuintli), los que provocaban imágenes de todo tipo, "como guerras e imágenes de demonios", y los preferidos por los príncipes para sus fiestas y banquetes, quienes los "procuran en vigilias imponentes y terribles que duran toda la noche".

En México existen 24 hongos con propiedades alucinógenas, pero para los investigadores, los hongos más consumidos por los aztecas pudieron ser el Psilocybe mexicana (Pajarito), Psilocybe aztecorum (Niño de las Aguas), Psilocybe zapotecorum (Hongo de la Corona de Cristo), Psilocyve cubensis (San Isidro), Cordyceps capitata (Hombrecitos) y Dictyophora indusiata (Velo de Novia), todos con efectos según la carga de alcaloides derivados de triptaminas, psilocibina y psilocina.

Algunos como el Hongo de la Corona de Cristo y el Pajarito eran utilizados para invocar a los dioses, platicar con los difuntos o predecir el futuro. El conocido como Niño de las Aguas tenía efectos meramente alucinógenos.

La proliferación de los hongos generalmente se registra en la Ciudad de México, Morelos, Puebla y Oaxaca.

Este es un frgmento de un artículo publicado en la edición de abril de 2013 de la revista QUO, que es parte de Grupo Expansión, una empresa de Time Inc. La firma edita en México 17 revistas y 11 sitios de internet, entre ellos CNNMéxico.com.