domingo, 22 de octubre de 2017

EL CAMINO DEL GUERRERO.


El camino del guerrero espiritual no es suave y no es dulce. No es artificialmente dichoso ni finge perdonar. No tiene miedo a la división. No tiene miedo de su propia sombra.

No tiene miedo de perder popularidad cuando habla su verdad. No se va por las ramas cuando la franqueza es esencial. No tiene en cuenta los intereses creados que causan sufrimiento.
Es benevolente y es ardiente y es astutamente honesto en sus esfuerzos para liberarse a sí mismo y a la humanidad de los lazos egoístas que lo atan. El rechazo de opiniones fuertes en nombre de la espiritualidad es anti-espiritual.
La espiritualidad que sólo es suave es una receta para el desastre, lo que permite que toda forma de manipulación pueda correr libre. La espiritualidad real es una búsqueda de la verdad, en todas sus formas.
A veces encontramos la verdad en el cojín de la meditación, y a veces la encontramos en el corazón del conflicto.
Que todos los guerreros espirituales se levanten en plenitud.

– Jeff Brown

domingo, 8 de octubre de 2017

La religión y la política son parte del problema, no de la solución - Krishnamurti



Satish Kumar entrevista a Jiddu Krishnamurti


“Uno necesita estar libre del miedo y del condicionamiento mental antes de poder ofrecer cualquier servicio significativo. La libertad interna es el requisito previo de la libertad social y política. Los políticos usan el lema de “servir al pueblo” como una cortina de humo. Una vez llegan al poder su meta principal es permanecer en el poder, por las buenas o por las malas. La historia de la política está llena de decepción, corrupción y desilusión. La política se ha convertido, como la religión, en parte del problema, y no en parte de la solución. La política significa “dividir” y “dominar”; la lucha es por el poder, por los privilegios y por la riqueza. La alternativa es la educación. Debemos dejar de corromper y condicionar a nuestros niños. Los niños son capaces de aprender sobre la unidad de la vida, a ver las cosas como son, a ser íntegros y plenos. Yo encuentro mucha más satisfacción trabajando con niños de la que hallé en la política.”
Mi encuentro con Jiddu Krishnamurti me reveló una visión totalmente diferente a las de Gandhi y Vinoba. Según ellos, uno encuentra significado en su vida a través del servicio. Pero Krishnamurti enfatizaba la necesidad de la libertad. Uno necesita estar libre del miedo y del condicionamiento de la mente antes de poder ofrecer cualquier servicio significativo. La libertad interna es el requisito previo de la libertad social y política.

La libertad espiritual emerge cuando se indaga profundamente en la consciencia

En 1960 yo estaba en la ciudad de Varanasi (Benarés). Allí un amigo, Achyut Patwardhan, me dijo: “Debes conocer a Krishnamurti. Tu historia de entrar en una orden religiosa y luego abandonarla, le fascinará. El también abandonó su orden”.

Había oído hablar de Krishnamurti. Muchos de mis amigos eran admiradores suyos. Eran lectores asiduos de sus libros y habían acudido a sus discursos. Pero yo conocía muy poco de él y de que había dejado una orden religiosa. Achyut alegremente disipó mi ignorancia:
“Solicité, a través de Achyut, poder entrevistarme con Krishnamurti. Arreglado el encuentro, fuimos a la casa de huéspedes del colegio y Achyut tocó suavemente a la puerta. El mismo Krishnamurti, listo y expectante, abrió la puerta. “Este es Satish, el que fue monje jainista”, dijo Achyut, presentándome. “Buenos días, señor”, dijo Krishnamurti, con voz educada y suave. Yo era un joven ordinario de veinticuatro años de edad, así que me sorprendió que me llamara “señor”. No sabía qué decir. Salimos a dar un paseo matinal por la orilla del Ganges. El alba apenas rompía. En esa luz tenue miré al gran hombre, del cual había oído hablar tanto. Tenía sesenta y cinco años, pero andaba con paso enérgico. No muy alto, y sin darse aires, parecía ser un hombre muy amable.

Lo sagrado ha perdido su significado y se ha convertido en concepto y ritual

Justo al borde de la ribera había una familia de peregrinos que se metían en las aguas sagradas. Krishnamurti comentó: “Los hindúes consideran sagrado el Ganges, pero permiten que aguas residuales, excrementos y otras porquerías de la ciudad fluyan al río. La palabra sagrado ha perdido su significado y se ha convertido en un mero concepto. Bañarse en el agua sagrada no es más que un ritual”. Su cara denotaba una expresión de tristeza.

“Ayer, Achyut me habló de cómo disolviste la Orden de la Estrella. Lo habrás comentado muchas veces, pero me gustaría oír de ti por qué lo hiciste”. “Sentí –dijo- que no hay un programa fijo con el que se pueda llegar a la verdad. La verdad es una tierra sin caminos. Ninguna religión es capaz de llevarnos a la espiritualidad o a la libertad. Las religiones son una causa de esclavitud tanto como cualquier otra. Sólo nos pueden ofrecer una jaula o prisión religiosa. Para andar libres tenemos que deshacernos de todas las muletas. Las religiones no son más que los intereses creados de la creencia organizada, separando y dividiendo a las personas. Las religiones se basan esencialmente en el miedo. Cuando comprendí esto, cuando lo vi claro, como la luz del día, me dije: si es así, entonces yo no puedo liderar una orden religiosa”.

“Antes de disolver la Orden de la Estrella, tuve que disolver mi propio miedo, mi propia inseguridad. Una vez logrado eso, lo demás se hizo fácil. Sencillamente anuncié que la Orden no sólo no era esencial, sino que era una absoluta barrera contra el verdadero entendimiento, así que no se podía justificar más. Y así fue”. “¿Cómo reaccionó la gente ante tu afirmación?”. “Cuando se dieron cuenta de que no sólo estaba yo abandonando la Orden, sino que tampoco les estaba ofreciendo un ideal que pudieran perseguir, se sintieron defraudados. La gente ansiaba certezas, yo les estaba ofreciendo sorpresas”.

“Si no les estabas ofreciendo un ideal, entonces ¿qué les estabas ofreciendo?”, pregunté. “Amistad, conversación y diálogo, para explorar la naturaleza de la realidad. La verdad no es algo prefabricado que te pueda dar una religión o un maestro. La verdad necesita ser descubierta. La vida es un viaje de descubrimiento. La certeza sólo es posible cuando existe algo fijo y permanente, mientras que la realidad se mueve y cambia continuamente. Se encuentra constantemente en estado de transformación.
Si nuestras mentes están atadas a una creencia fija, a una determinada sabiduría, entonces ¿cómo podemos bregar con este cambio continuo? Ya que la realidad no es estática necesitamos mentes rápidas y corazones flexibles. Sólo entonces sabremos responder ante la naturaleza dinámica de la existencia. Yo no podía, y no puedo, ofrecer más que una constante conversación y exploración. A través de tal exploración podemos disfrutar de libertad total del miedo y de ideales fijos”.

La religión y la política son parte del problema, no de la solución

“¿Estás diciendo que no hay nada de valor en los grandes textos religiosos como la Bhagavad Gita o la Biblia?”, le pregunté. “Puede que haya algo de valor en esos libros en términos de literatura o como un relato del pensamiento de una persona. Pero la verdad no está en ningún libro. Si la verdad estuviera allí, entonces no habría ningún conflicto entre la Biblia y el Corán, entre la Bhagavad Gita y los sutras budistas. El conflicto sólo puede existir entre lo falso y lo falso. No puede haber conflicto entre lo verdadero y lo verdadero. Ni entre lo verdadero y lo falso.

Igual que no puede haber conflicto entre dos personas que amen la paz, o entre una persona que ama la paz y otra que ama la guerra. El conflicto en realidad sucede sólo cuando hay dos que aman la guerra y quieren salirse con la suya. El conflicto religioso es entre una religión falsa y otra religión falsa. Las religiones se han convertido en vehículos de propaganda, y la propaganda no es la verdad”.
“¿Quieres decir que las religiones no son parte de la solución, sino parte del problema?”. “Gracias, señor”, dijo Krishnamurti. “Has estado prestando atención a nuestra conversación. Tienes toda la razón. La verdad no se puede comprender a través de ningún credo, ningún dogma, ninguna sabiduría filosófica, ninguna técnica psicológica, ningún ritual o sistema teológico. La verdad se experimenta de momento a momento, en la red de relaciones”.

“¿Qué es la “red de relaciones”?”, pregunté. “¿Te das cuenta, señor, de que tú eres el mundo y el mundo eres tú? El mundo no es algo aparte de ti y de mí. Hay un hilo común de relaciones que nos teje a todos juntos. Fundamentalmente estamos todos totalmente conectados. Superficialmente las cosas parecen estar separadas. Especies distintas, razas distintas, culturas y colores distintos, nacionalidades y religiones y políticas distintas. Si te fijas bien, inmediatamente verás que todos somos parte del gran tapiz de la vida. Cuando podemos vernos a nosotros mismos como parte de este glorioso patrón de relaciones, entonces los conflictos entre naciones, religiones y sistemas políticos se acabarán.

Los conflictos nacen de la ignorancia. Cuando ignoramos que toda la vida está interconectada, entonces intentamos controlarnos los unos a los otros. Cuando no existe el entendimiento de que las relaciones son la base de nuestra existencia, entonces sólo hay desintegración en la sociedad. Las relaciones son el cimiento sobre el que todos existimos”.

Debimos de estar andando durante casi una hora. Krishnamurti tenía que dar su discurso público a las diez. Comenzamos a regresar. Achyut permanecía callado. Se alegraba de haberme presentado, un joven “rebelde”, a Krishnamurti, un viejo “rebelde”.

Tras haber dado la vuelta, aún pregunté: “Dices que la religión, la política y las ideologías han herido a la humanidad. ¿Cómo podemos curar estas heridas? ¿Cómo podemos regresar al estado de unión?”. “El problema es mucho más profundo que lo concerniente a religiones o política”, dijo Krishnamurti. “Comienza en nuestras mentes, nuestros hábitos, nuestras vidas. Existe un condicionamiento constante que ha perdurado durante siglos. Estamos sujetos al condicionamiento y participamos en nuestro propio condicionamiento.

El juzgar, el prejuicio, los gustos y disgustos, todos forman parte del mismo problema. Se nos ha condicionado para creer que el observador es distinto a lo observado, que el pensador está separado del pensamiento. Este dualismo, esta división en compartimentos, es la madre de todos los conflictos, la base de todo dolor y sufrimiento. ¿Me entiendes, señor? Es muy importante”. “Espero haberlo entendido. Sin embargo, ¿cómo pasamos del dualismo a la totalidad?”, proseguí averiguando.

“Para poder sanarnos, debemos ir más allá de las teorías, las fórmulas y las respuestas prefabricadas. Debemos estar callados y prestar atención. El silencio y la atención proporcionan la base para la meditación. La meditación es un proceso curativo para las heridas de la fragmentación. Al meditar, las divisiones se acaban y la totalidad emerge. Ya no hay división entre “yo” y “tú”, entre “nosotros” y “ellos”, entre “bien” y “mal”. Cuando no existe el ego, no existe la vanidad, o el miedo, o el aislamiento, la inseguridad o la ignorancia, entonces hay curación y totalidad”.

La transformación de las conciencias no es una utopía o un lujo, sino una necesidad


Reiniciamos el camino. Krishnamurti me preguntó: “¿Qué crees, señor? ¿Qué piensas?”. “Tiene sentido. Entiendo lo que dices, pero cuando veo a esos bañistas ahí abajo, tus palabras parecen estar desconectadas de la manera en que ellos piensan, sienten y viven. Parece existir una enorme brecha. ¿Qué significan tus palabras para ellos?”. “Nada, quizás nada. Y sin embargo, si no nos transformamos radicalmente, corremos el riesgo de destruir no sólo a la especie humana, sino a la Tierra misma. Por favor, piensa en las armas nucleares y lo que todo eso implica. Una vida completa, noble y llena de claridad, es un imperativo para la supervivencia. No es una utopía o un lujo, sino una necesidad. Por favor. Cuando miremos profundamente y nos veamos a nosotros mismos como una parte integral del universo, entonces nuestras mentes parlanchinas se calmarán, la sordidez de la guerra humana desaparecerá, conseguiremos establecer un parentesco profundo y perdurable con la naturaleza”.

Acompañamos a Krishnamurti hasta la casa de huéspedes y nos despedimos inclinándonos respetuosamente. El momento estaba impregnado de sentimientos profundos hacia un nuevo horizonte para la humanidad. Al llegar a la casa de Achyut, le dije: “Sus palabras son radicales, sus pensamientos sinceros, pero ¿puedes imaginarte un tiempo en el que estemos libres de templos, iglesias, mezquitas, rezos, curas, partidos políticos y todo lo demás que divide a la humanidad? Además, ¿no está tirando al bebé con el agua sucia de la bañera?”. Achyut me dijo: “Debemos comprender lo que es el bebé y diferenciarlo del agua sucia de la bañera. Existe una gran diferencia entre la religión y las religiones. Krishnaji estaría de acuerdo en que necesitamos ser religiosos, pero ¿necesitamos quedarnos con el agua sucia de los dogmas y las disciplinas?”.

“Achyut, tú has pasado gran parte de tu vida en la política. Eras un importante miembro del Partido Socialista de India. Trabajabas para conseguir una transformación a través del cambio político. Pero ahora vives una vida tranquila, en este bungalow, rodeado de árboles y tranquilidad, mientras hay millones de personas ahí fuera sufriendo”

Achyut se quedó pensando. Y me dijo: “La política me falló, y ha fallado a India. Los políticos usan el lema de “servir al pueblo” como una cortina de humo. Una vez llegan al poder su meta principal es permanecer en el poder, por las buenas o por las malas. Yo vi todo esto con mis propios ojos. La historia de la política está llena de decepción, corrupción y desilusión. Por eso decidí que todo era una pérdida de tiempo y lo dejé. Así de sencillo. No hay ningún gran misterio. La política se ha convertido, como la religión, en parte del problema, y no en parte de la solución. La política significa “dividir” y “dominar”; esto era así con los ingleses y es así ahora con el partido Congreso. La lucha por la independencia fue una lucha desinteresada; ahora la lucha es por el poder, por los privilegios y por la riqueza”.

“¿Qué alternativa hay, entonces?”. “La alternativa es la educación. Debemos dejar de corromper y condicionar a nuestros niños. Por eso, Krishnamurti y sus amigos han establecido colegios para hacer precisamente eso: uno en el sur de India, llamado Rishi Valley; otro aquí, otro en Inglaterra y otro en California. En estos colegios no existen dogmas fijos. Los niños son capaces de aprender sobre la unidad de la vida, a ver las cosas como son, a ser íntegros y plenos. Yo encuentro mucha más satisfacción trabajando con niños de la que hallé en la política”.

Lo dejamos ahí. Vinoba había ampliado mi entendimiento de la espiritualidad para incluir el servicio a la comunidad y a la Tierra como una práctica religiosa primaria, pero ahora la búsqueda de Krishnamurti de la verdadera libertad había retado los mismísimos fundamentos de las tradiciones religiosas.




fuente  Revista MundoNuevo

jueves, 5 de octubre de 2017

LA MUERTE NO EXISTE - Jeff Foster


Ustedes han llamado a la desaparición de esa ola ‘la muerte’. Han desperdiciado el tiempo temiendo esa desaparición, han pasado la vida tratando de evitarla y han inventado un sinfín de historias tratando de explicarla o negarla. Muchas de sus enseñanzas espirituales y religiosas están diseñadas para apaciguar el miedo y la ansiedad alrededor de ella, para adormecer la curiosidad con respuestas simplistas, distrayéndolos de la verdad más obvia con promesas de cosas extravagantes que habrán de ser reveladas o adquiridas o experimentadas después de la muerte, y estas teorías podrían satisfacer a la mente, sin embargo, jamás al corazón.
¿A dónde se fue la ola? Ésta es la pregunta clave.
La respuesta es: se ‘fue’ a ningún lado, ni en el tiempo, ni en el espacio. No se fue ni al cielo ni al infierno. No se fue al limbo, ni tampoco comenzó una nueva vida. Todas estas ideas están basadas en un único pero muy profundo malentendido.
Veamos de nuevo. Cuando la ola se estrella en la orilla, ésta simplemente se disuelve en el océano. Pero incluso esto no es verdad. ¿Por qué? ¡Porque la ola nunca estuvo separada del océano, en primer lugar! La ola fue siempre una apariencia (aparición) única DEL océano, un movimiento de la totalidad, no ‘en’ ni tampoco como ‘parte’ de la totalidad. La totalidad no ‘va’ a ningún lado cuando muere, porque no hay ningún lugar a donde ir. Sólo hay sí misma.
Desde la perspectiva del océano, cuando la ola se estrella en la orilla, no ha pasado absolutamente nada. La muerte es un no-acontecimiento. Cero. Zilch. Nada. Sólo un sueño se ha evaporado – el sueño de la separación, la ilusión de que algún día hubo una ola separada, de una ola que nació, de una ola que estuvo a punto de morir. En el momento exacto de la muerte, no hay ninguna ola que pueda morir, porque para empezar, no hubo nunca una ola.

Comprender esto elimina todo el temor a la muerte.

La muerte no es un ‘acontecimiento’ dentro del tiempo. Lo que es cierto acerca de eso que llamamos ‘muerte’, era cierto desde un principio. Desde un principio, nunca hubo una ola separada. La ola siempre estuvo ausente como una entidad separada. Desde un principio, nada se estuvo moviendo realmente ‘a través’ del océano, a través del tiempo y el espacio. Siempre fue el océano moviéndose, el océano ondulándose, nunca moviéndose hacia su destino, sino siempre perfectamente AQUÍ.
Aquello que llamamos muerte, y cualquier otra ilusión de auto-contracción que se desvanece en nuestra inmensidad conforme nos relajamos en el Hogar que jamás abandonamos, simplemente nos recuerda que sólo se pierde aquello que nunca fuimos en realidad. Lo único que se pierde es sólo el sentido de carga. Nuestra historia, nuestro futuro imaginado, nuestras creencias, nuestras teorías, nuestras certezas, dudas, miedos, culpas, anhelos, obstáculos, nuestra sensación de pérdida, nuestra imaginación acerca de nosotros y los demás; todo se disuelve dejando únicamente aquello que nunca apareció – la presencia misma. Uno queda desnudo de cualquier pretensión disolviéndose impecablemente en la vida. La muerte es vida pura. Observa a Jesús renunciando al ‘fantasma’ (al fantasma de ‘mí’) en la cruz.

La presencia es la única ‘cosa’ que jamás ha sido una ‘cosa’ para ti, lo único que jamás ha ido y venido a tu presencia. Los pensamientos vienen y van, los sentimientos vienen y van, los sueños, las esperanzas, y los temores vienen y van, las imágenes del pasado y del futuro, las creencias, las ideologías, las religiones, los conceptos de Dios y el diablo, del cielo y el infierno, de la luz y la oscuridad, de la dualidad y la no-dualidad, incluso la vida y la muerte y la vida después de la muerte han desfilado ante ti, pero aquello que jamás ha ido y venido para ti es la presencia en donde todas esas apariencias (apariciones) han bailado su danza. Jamás has presenciado el ir y venir de la presencia, nunca. Jamás presenciarás la pérdida o la desaparición de la presencia. Si puedes estar consciente de ello, si puedes notarlo, si puedes conocerlo, si lo ves ir y venir, cambiar, decaer o desaparecer, no era realmente la presencia, era tu idea de presencia. La presencia es siempre ontológicamente anterior a eso que aparenta estar presente. Es lo que somos todos, lo que eres, y a veces nos referimos a ella como un amor sin límites, sin condiciones, que no puede morir, en donde incluso el apego corporal se desvanece.
En este sentido, Tú, como lo que realmente eres, no puede morir, y tampoco puedes experimentar la muerte.Todo lo que puedes experimentar, de lo único de lo que puedes estar consciente, no es de la muerte, sino de la vida, del movimiento de la vida, del pulso, del latido y del flujo y el cambio de la misma, y en ese sentido, incluso una experiencia cercana a la muerte no es muerte, ya que se trata de un suceso en el tiempo o más allá del tiempo, que se lleva a cabo en el cálido abrazo de la presencia. El proceso de la muerte puede resultar doloroso o incómodo o incluso alegre, sí – después de todo corresponde al reino de la experiencia – pero aquí estamos hablando de la muerte, no de morir, y te aseguro que la muerte no es tu problema, no es algo que tú tengas que hacer o prepararte para hacer, no es algo que deba preocuparte. Tú simplemente confía y relájate en lo que siempre has sido.

Permitirás que la inmensa inteligencia del cuerpo se haga cargo, la inteligencia que sabe cómo respirar en este momento, la que sabe cómo sanar, cómo bombear sangre a través de las venas incluso durante el sueño más profundo, y la que sabe cómo morir. Su horario está fuera del tiempo. Ha estado haciendo esto por miles de millones de años.
La muerte es lo más familiar del mundo, y te reirás de todas las teorías extrañas, aterradoras y de segunda mano que habías venido heredando de otras olas que tampoco sabían nada al respecto.
Ocúpate de morir, sí, cuida el jardín de la vida, pero no temas el no-acontecimiento de la muerte en sí, ya que su calor familiar está ya aquí, como tu presencia, como aquello que es más íntimamente conocido que cualquier otra cosa, como aquello que está leyendo estas palabras en este momento, como aquello que jamás ha temido su propia desaparición, ya que no puede haber dos presencias, una consciente de ‘otra’.

La muerte es sólo para el imaginario yo separado. Por eso es que podemos decir sin lugar a dudas, queridos seres humanos, que para lo que realmente son, no hay muerte. Hemos estado tratando de despertarlos a este hecho evidente desde que comenzaron a preguntarse a dónde se habían ido el abuelo y la abuela. Ellos simplemente se disolvieron en ti, en donde siempre estuvieron, en tu corazón de corazones.


(Traducido por Tarsila Murguía)