viernes, 26 de abril de 2019

UNA DIGRESIÓN SOBRE LA IDEA DEL ETERNO RETORNO DE NIETZSCHE



“Inmortal es el momento en que ha generado el eterno retorno. Por este instante yo soporto la repetición”. (Nietzsche)
Nietzsche siguiendo las enseñanzas de los antiguos estoicos sostuvo que en el universo entero existe un orden fundamental, el del eterno retorno. Un orden en donde “todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer: eternamente vuelve el año a ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente la misma cosa del ser se reconstruye a sí misma. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí mismo el anillo del ser. En cada instante comienza el ser, en torno de todo aquí gira la esfera allá: el centro está en todas partes. El curso es el sendero de la eternidad”. (Así Habló Zaratustra)
El eterno retorno no solo impera para él en todos los seres y fenómenos de la naturaleza sino también en la vida humana. Su personaje Zaratustra, su alter ego imaginario y poético, así lo descubrió. De ahí que los hombres deben aprender a asumir sin temor y sin reservas esta condición de sus vidas siguiendo el ejemplo del primero que la asumió consciente y plenamente: el superhombre. Condición que les indica que al vivir en el tiempo viven siempre de nuevo algo vivido en el pasado, no pueden evitar vivir algo que ya han vivido, sea una vivencia feliz y alegre o, al contrario, penosa o dolorosa. Y este hecho de vivir de nuevo lo vivido constituye el eterno retorno de lo mismo; y el instante en que los hombres lo viven se convierte por esta razón en un instante inmortal porque siempre se repite. La repetición de lo mismo en la vida de los hombres es, entonces, la fuente de la inmortalidad de ese instante que se repite sin cesar en el curso de la vida. De ahí que la inmortalidad no radica para Nietzsche en el hecho que los hombres no mueran sino en que los instantes de la vida al repetirse sin cesar, una y otra, vez se convierten en inmortales, en instantes del tiempo que no mueren.
Por esta razón para él no sea necesario pensar en la posibilidad de congelar en unos versos poéticos bellamente creados o en el recuerdo de una fiesta colectiva que depare felicidad un instante del tiempo para que dure eternamente como lo sostuvo su contemporáneo el poeta francés Charles Baudelaire debido a que ese instante inexorablemente volverá a repetirse en el curso temporal de la vida de los hombres. Esta es para él una especie de ley que rige la vida de los hombres inscrita siempre en el tiempo. Ningún hombre puede escapar al poder implacable del eterno retorno de lo mismo mientras viva.
Sin embargo, tenemos que decir que los seres humanos no desean siempre el retorno de lo mismo en sus vidas; a pesar que se les impone como ese orden inexorable que captó Nietzsche desean que algunas vivencias o aspectos de lo vividos en el pasado nunca regresen, no retornen, porque les han dado pena y dolor, porque los han hecho sufrir. Pero cuando se tornan conscientes de la realidad de sus vidas se percatan que es un anhelo imposible de cumplir, que no pueden evitar, por más que se lo propongan, ese retorno de lo mismo, ese regreso o repetición de todo lo vivido.
Por esa razón se han dado desde siempre a la tarea de crear remedios que les permitan suprimir, o por lo menos, aliviar o afrontar con fuerza interior ese regreso implacable de las vivencias dolorosas que han tenido en el pasado. Remedios no solo médicos para tratar y combatir las viejas y nuevas enfermedades que les aparecen, que regresan una y otra vez más, haciéndolos sufrir sino también de carácter espiritual como la aceptación de este “destino”, es decir, como la convicción o comprensión que ese regreso es algún día inevitable porque no tenemos el poder de evitarlo.O también, como el de pensar que algún día en otra vida totalmente diferente el regreso doloroso de lo mismo no ocurrirá nunca, una vida en la que este orden desparecerá por completo porque será una vida situada por fuera del tiempo, una vida eterna. Pero más allá de estos remedios que encontramos cuando comprendemos que no podemos impedir el regreso de los hechos que nos hacen sufrir no solo nos reconocemos como limitados y precarios, como en verdad somos, sino también adquirimos la certeza indubitable que esta es una realidad insuprimible de nuestras vidas como seres humanos.
Estos remedios, sin embargo, no son suficientes para afrontar nuestras vidas reales. En los lapsos de tiempo en que esas vivencias dolorosas pasadas no retornan, nos dejan un poco en paz, nos forjamos la ilusión que no volverán nunca más, que podemos vivir en el presente y en el futuro sin que ellas reaparezcan. Ilusión que le da sostén y aliento a nuestras vidas, una especie de aliento vital como el que planteó el filósofo francés Henri Bergson en su conocido libro “La evolución creadora” que nos empuja a seguir viviendo, y que se fortalece cada vez que vivimos de nuevo, que retornan a nuestras vidas hechos agradables, alegres o felices. Pero es una ilusión que se derrumba cuando de nuevo retornan los episodios que nos hicieron sufrir, cuando volvemos a vivir hechos dolorosos. Un derrumbe que, sin embargo, es provisional y temporal porque después de que nos pasa o se disminuye el dolor volvemos a darnos esa misma ilusión que nos permite seguir viviendo, y así hasta la muerte.
De ahí que esta ilusión que nos damos queda también sometida al orden del eterno retorno; al igual que todas las vivencias tanto alegres como dolorosas que viven los hombres esta ilusión queda sujeta estrictamente a este orden propio, inherente y natural a sus vidas. La vida de los seres humanos, entonces, transcurre en gran medida entre el eterno o permanente retorno de los hechos vividos en el pasado y el deseo iluso de romper la inexorable repetición de los dolorosos, es decir, de los hechos o episodios indeseados que han vivido alguna vez antes. Y este es el nuevo orden que nos damos para poder vivir.

jueves, 11 de abril de 2019

Dramas familiares que te enferman - Dr. Alberto Villoldo

Hace décadas, cuando me mudé a Nueva York por un verano, llegué a mi nuevo apartamento en un día caluroso y húmedo.
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Un grupo de chicos con camisetas sudorosas estaban sentados en los escalones de la entrada. Estaba convencido de que me había mudado a un barrio de atracadores y asesinos. Más tarde, descubrí que eran mis vecinos, los conocí y descubrí que no podrían haber sido más amables. Sin saberlo, superpuse recuerdos de la infancia llenos de miedo sobre estos tipos inocentes. Me he dado cuenta de que siempre he sufrido alrededor de los mismos temas: amor pérdida, dolor, abandono y miedo.

Los temas psicológicos se activan en familias, transmitidos de padres a hijos. En el Amazonas, llaman a esto una maldición generacional. Cuando se dejan sin reconocer y sin curar, pueden desencadenar una enfermedad cardíaca o cáncer. Las enfermedades autoinmunes, en las que el sistema inmunológico ataca a sus propias células, a menudo se presentan en familias con límites emocionales deficientes, donde las personas tienen problemas para reconocer lo que es suyo y lo que no es suyo.

Estos temas se incorporan a nuestras redes neuronales: rutas de información que interpretan rápidamente lo que percibimos a través de los sentidos. Nos dicen que rojo significa peligro, verde significa pasar, quién es sexy, quién es aburrido. Tienen un mapa dinámico de nuestro mundo y cómo funciona nuestra realidad. Este mapa contiene imágenes, sonidos, aromas, recuerdos y experiencias de la primera infancia.

Muchos de nuestros mapas de la realidad se forman en el útero, a medida que las hormonas del estrés de la madre pasan a través de la barrera placentaria hacia el feto. Por lo tanto, si su madre no estaba segura de poder contar con su pareja para protegerla a ella y a su bebé, su realidad será una en la que no podrá contar con la gente que lo acompañará o donde el mundo no apoyará sus esfuerzos. Si, por otro lado, su madre confiaba en poder contar con su amada, su familia y su comunidad, su mapa revelará un mundo con el que puede contar e infundirá esta realidad en sus relaciones.

Estas redes neuronales se vuelven más fuertes a medida que su experiencia cotidiana demuestra que su mapa es verdadero, con más conexiones entre las neuronas que se forman cada vez que se utiliza esa vía. Con el paso de los años, este camino se convierte en el camino más transitado y, finalmente, el único camino utilizado. Una exploración cerebral en realidad mostrará redes neuronales en un área particular del cerebro que se "ilumina" cuando piensa en ciertos pensamientos.

Lo contrario también es cierto: cuando una red neuronal cae en desuso, el vacío en esa área del cerebro se mostrará en una exploración. Entonces, incluso si tienes un despertar espiritual durante un retiro de meditación de fin de semana, a menos que hagas un esfuerzo consciente para reforzar esa percepción una vez que regreses a tu existencia diaria, la epifanía se desvanecerá.

Nuestras redes neuronales nos hacen criaturas de hábito. Dejamos de tener pensamientos innovadores e ideas originales muy pronto. De hecho, la mayoría de nuestras redes neuronales se establecen a una edad temprana, cuando dejamos de imaginar casas en las nubes. Agregue experiencias traumáticas de la infancia a la mezcla y tendrá una receta para una menor capacidad de recuperación y creatividad, así como la afirmación de creencias negativas sobre la realidad. Luego terminamos fortaleciendo las autopistas neurales en el cerebro límbico para confirmar esto.

Los miedos de la infancia, la ira, el sufrimiento y los sentimientos de abandono codificados en nuestras redes neuronales nos hacen repetir los temas subyacentes de estos recuerdos, incluso si no recordamos los eventos en sí mismos. Y esto es lo que significa tener una maldición generacional; sigues repitiendo los patrones familiares que terminan mostrándose como una enfermedad en el cuerpo y la mente.

La buena noticia es que podemos reconfigurar nuestras redes neuronales para obtener alegría y resultados más nutritivos, pero requiere un equilibrio de la ciencia y el Espíritu.

http://www.awaken.com/2019/03/the-family-dramas-that-make-you-sick/

martes, 2 de abril de 2019

CARGA INÚTIL – UN REVELADOR CUENTO ZEN.



Esta mañana compartía en el face de este espacio nuestro compartido la nueva onda encantada por la que transitaremos estos días y es la de la Tormenta… que suena a tormento, cuidadín – ja, ja – con las palabras si no llegamos a su esencia.

La tormenta – que simboliza la auto-generación – comienza hoy y viene seguidita de la de El Enlazador de Mundos que simboliza entre otras cosas “la muerte a lo viejo para renacer a lo nuevo” y que venimos de vivirla. ¡Qué sabia la vida que nos prepara primero para que tengamos los fundamentos listos a la hora de volar – que es esta que empezamos!

Personalmente, entre la luna llena tan poderosa que nos ha afectado nuestras “aguas-emociones” con tanta intensidad y la onda en la que transitábamos que nos favorecía en esa labor de morir simbólicamente a tanto pensamiento “viejo”, a tanta emoción “vieja” como llevamos cargada a nuestra espalda … han sido días ¡uff… cuando menos muy muy complejos! complejos sobre todo porque de la teoría a la práctica va un mundo ja, ja.

Así que, viajeros de luz, esperemos que hayamos muerto simbólicamente a nuestro sistema antiguo de pensar – sentir y por ende hacer… porque de otra forma, la tormenta que empieza hoy… puede ser que la vivamos desde las emociones que no fueron limpiadas y esas no son sencillas de vivir. Es solo para saber en donde estamos y prepararnos.

Esta mañana tomaba conciencia en un “instante mágico” de un gran saco de rencor que había llevado cargado durante – uff, un montón de tiempo -. Y digo mágico porque ese instante de toma de conciencia – “¡uau, era mentira que hubiera perdonado, está todo ahí!” – es lo que – y lo único – que te permite que brote el perdón, la compasión… hacía tí (¡por “tonta y bruta” contigo mismo!) y por ende lo que hará que el perdón se extienda al otro, a la carga conflictiva que cargabas… y te podrás sentir en paz. Es como si de repente esa toma de conciencia fuera la llave que entra en la cerradura (cerra – dura) y abriera por fin el sentir natural del corazón que se expande y te llena cálidamente.

Y mira tú por donde esta mañana me llega un cuentito zen titulado precisamente “La carga inútil! a través del face de una amiga. Gracias Meritxell. ¡Es genial el cuento y es genial la sincronía!

Los cuentos tienen esa bendita particularidad de explicar, exponer con una metáfora y es precisamente esa metáfora afín a nuestro lenguaje simbólico la que puede encender la bombillita en nuestro ser. ¡Ah, era eso, claro ahora lo “veo-percibo-siento-comprendo-integro-reflejo!”. Ah era eso. Ya está.

Hágase la Luz, benditos viajeros de luz.

Gracias, gracias, gracias.

Carga inútil
Genjug quiso aprender el arte de la espada para calmar el odio que guardaba en el alma en contra del asesino de su padre. Fue a buscar a Hugen para que lo enseñara.


– Maestro – dijo Genjug-. Necesito urgentemente saber cómo usar una espada para vengar la muerte de mi padre, este odio no me deja en paz.
– Claro -dijo Hugen sin inmutarse-, pero necesito que me hagas un favor, debo llegar hasta la cima de aquella colina, podrías ayudarme a cargar esos costales, y cuando lleguemos, te prometo que te enseñaré.



Genjug, pensó que era lo justo y sin decir palabra tomó los costales pesados y ambos emprendieron el viaje. Aunque tuvo cierta inquietud por saber que contenían, no preguntó nada, porque imaginaba que lo más probable era que contuvieran algo muy importante para Hugen. Pero al llegar a la cima no aguantó más la curiosidad y ansioso preguntó: ¿Y los costales maestro, que contienen?

Hugen sin inmutarse otra vez, tomó los costales, los abrió y sacó de su interior montones de piedras que arrojó cuesta abajo diciendo: Ah, sólo piedras sin valor.

Al ver aquella escena Genjug gritó como loco:

– ¡Qué, he venido hasta aquí soportando este cansancio, cargando esos costales inútiles que sólo contienen piedras sin valor, y que aparte no sirven para nada. ¡Acaso está usted loco!

El maestro sin inmutarse por tercera vez, contestó:

– ¡Qué, has venido hasta mí, para aprender el arte de la espada cargando ese odio de venganza y ese rencor inútil que no sirve para nada. ¡Acaso estás loco!

En ese momento Genjug se iluminó y prefirió aprender…el arte del perdón.


https://ellamentonovieneacuento.wordpress.com/2019/03/28/carga-inutil-un-revelador-cuento-zen/#more-7468

LA CONJURA

La conjura de los imbéciles, de los charlatanes y de los Sabios ha tenido un éxito perfecto.
Esta conjura tenía por objeto esconder la verdad.
Unos y otros han servido a esta gran causa, cada uno según sus medios: los imbéciles por medio de la ignorancia, los charlatanes por medio de la mentira, los Sabios mediante el secreto.

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Los imbéciles no quieren que se descubra la verdad. Sospechan, instintivamente, que les molestaría. Si les fuera mostrada, apartarían la mirada; si se les pusiera en la mano, la dejarían caer; si se les forzara a mirarla cara a cara, gritarían horrorizados y correrían a esconderse bajo tierra.
Los charlatanes no quieren que se descubra la verdad, porque arruinaría sus artificios, impediría su provecho y mostraría su vergüenza.
Los Sabios que poseen la verdad no quieren que se descubra. Siempre la han tenido oculta por cuatro razones.
La primera: saben que Saber es poder y quieren apartar de él a los indignos. Porque el Saber en el indigno se vuelve malicia y el Poder, peligro público y plaga. Por esto, las reservas de conocimiento acumuladas durante milenios en los templos de Egipto permanecían inaccesibles a quien no había pasado por todos los grados de purificaciones y pruebas. Más tarde, los filósofos desconocidos, los nobles viajeros, los Alquimistas, se transmitieron de la misma manera los restos de la misteriosa herencia, es decir, de boca a oreja o, más bien, por la presencia y el ejemplo, en símbolos y enigmas; siempre bajo el sello del secreto. Si vivieron en la intimidad de las formidables fuerzas de la naturaleza, se guardaron mucho de hacer partícipes de ellas a los atolondrados.
¡Oh, Sabios que sabéis callar! ¿Dónde estáis? Merecéis que todos los seres vivos os proclamen su gratitud, ¡oh, Sabios!
¡Oh, Sabios que sabéis callar!, ahora hemos aprendido el valor de vuestra prudencia, la grandeza de vuestra humildad, la profundidad de vuestra caridad.
Ahora que a los profanos se les ha ocurrido adquirir y propagar tanta ciencia como pueden, ahora que se vanaglorian de sus descubrimientos con el mismo celo que vosotros habéis puesto en esconder los vuestros, hemos visto su resultado. Sin embargo, ¡cuan pequeña es su ciencia, exterior, superficial, precaria y limitada!, y ya vemos su resultado.
Así, han envenenado las fuentes, minado la tierra, salpicado el cielo, trastornado y pervertido a los pueblos, corrompido la paz, deshonrado la guerra, y han suministrado al hombre de la calle tantos instrumentos de destrucción y de opresión que toda la familia de los seres vivos se ve amenazada, mientras continúa el progreso de este chancro.
La segunda razón de los Sabios para mantener oculta la Verdad, es que conocer es una operación de vida y una manera de nacer. Y nada puede nacer fuera de una envoltura. Una envoltura de carne o de corteza, de tierra o de misterio. Si abrís una semilla, ya no germinará; si abrís un lagarto para ver lo que hay dentro, sólo encontraréis el resto del cadáver y no lo de dentro del lagarto, su interior se ha ido, ya que el lagarto está muerto. De igual modo, la ciencia abierta, propagada y vulgarizada es ciencia muerta y fruto de muerte. Es un desierto de arena y no un puñado de simiente. Al permanecer exterior no puede ser profundizada, sino sólo extendida, y la vida se le escapa. No puede conducir a la conciencia, que es nacimiento a uno mismo, ni a la vida interior. En cambio, el conocimiento de los Sabios es una gaya ciencia que tiene sabor de alegría y soplo de espíritu. Y como todo ser vivo, aunque sea una mosca, defiende su forma y rehúsa exhibirse. La tercera razón de los Sabios para mantener oculta la verdad es su respeto por la dignidad del conocimiento. Ellos saben que ésta es la vía real que lleva al Dios de verdad. Ella ha de conducir a la contemplación, a la admiración de la naturaleza y a la adoración del creador.
Debe aportar la luz a las almas, la exactitud a los pensamientos y la justicia a los actos. Debe dar salud y salvación. Los Sabios la han defendido tanto como han podido contra los hombres vulgares, por temor a que fuera apartada de su fin, desnaturalizada y envilecida, cosa que no han dejado de hacer los hombres vulgares desde que le pusieron la mano encima. Le han dado la vuelta utilizándola. Se han servido de ella en lugar de servirla. Estaba aquí para librarles de sus deseos y ellos la han uncido al yugo de sus tareas, la han forzado a aumentar sus posesiones. Estaba aquí para darles la conciencia y de ella han sacado la máquina. Han cogido el cáliz para hacerse una hucha y el crucifijo para hacerse una maza. Han enganchado la ciencia a sus motores, la han aprisionado en sus bombas. Pero, demasiado astutos, han caído en su propia trampa, dejándose atrapar por el engranaje de la máquina. Ahora, ella les roe poco a poco en tiempo de paz y los devora a grandes bocados en tiempo de guerra. Los Sabios han hecho todo lo posible por evitarlo. La cuarta razón de los Sabios para mantener oculta la Verdad es que aman la Verdad, y no hay amor sin pudor, es decir, sin velo de belleza. He aquí por qué no quieren descubrirla sino revelarla, es decir, recubrirla de un velo luminoso. Por esto sólo han enseñado con parábolas, para que quienes tienen oídos para no oír permanezcan apartados; pero también para que quienes lo merecen aprendan los tonos y las claves de la música total. Pues sus alegorías, sus fábulas y sus blasones no explican el encadenamiento mecánico de las apariencias, sino las afinidades secretas y las analogías de las potencias y las virtudes, las correspondencias del número con el sonido, de las figuras con las leyes, del agua con la planta, con la mujer y con el alma, del fuego con el león, el hombre armado y el espíritu, de los astros con los ojos, las flores y los cristales de los metales y de las gemas, de la germinación del oro en las minas con la de la verdad en el corazón del hombre. En sus oscuros textos, donde las recetas del Gran Ante están salpicadas de advertencias piadosas, las solemnes sentencias de alabanzas y plegarias, lucen los hilos que tejen el manto del Rey de Reyes.
Al ocultar los Sabios su saber por escrúpulo, los charlatanes se aprovecharon para esconder su ignorancia bajo los mismos signos misteriosos. Los imbéciles los han confundido largo tiempo creyendo tanto en unos como en otros. Ahora, a medio camino entre los charlatanes y los imbéciles, ha surgido una nueva especie que asegura el triunfo definitivo de la conjura.
Esta nueva especie es la de los universitarios y sabios oficiales, que el día de su advenimiento declararon nulo y sin valor el misterio filosofal, quimera la búsqueda de los antiguos maestros, juego de niños su ciencia, engañabobos su arte. Los imbéciles instruidos por los nuevos sabios, han confundido una vez más a los sabios con los charlatanes, pero esta vez para no creer ni en unos ni en otros. Sólo creen en la ciencia de los recién llegados, quienes simplemente enseñan que la verdad está en su ciencia y que todo lo que no pueden descubrir ni demostrar no existe.
Ahora bien, no han enseñado, ni descubierto, ni demostrado nada acerca de la vida y de la muerte, del pecado y del juicio. Nada acerca del amor, del dolor y del rescate, acerca de la conducta del hombre y del destino del alma, acerca del sentido, la esencia y la salvación. A medida que descubren nuevas nebulosas o nuevos electrones, nuevas vitaminas o nuevos explosivos, se alejan y nos desvían de lo esencial. Y ahora la verdad está tan bien escondida que ya no se la busca.
Incluso estaría totalmente perdida si no sobrevivieran algunos sencillos de espíritu para quienes la verdad existe. No pueden resignarse a pensar que nadie la tenga o la haya tenido. Recorren el mundo interrogando a la gente, los astros y las hierbas, interrogando el gran libro de la naturaleza y hojeando los textos olvidados, interrogando su corazón y a Dios en la plegaria. Saben que no tienen la verdad, pero saben que ella es. Están tan hambrientos y sedientos de ella que saben seguirla por el rastro y reconocerla por el olor. Ante un hombre difamado, un acontecimiento absurdo, un grimorio ilegible, se paran en seco y exclaman:
¡Aquí está!

Lanza Del Vasto 1945
(Extracto del prefacio del libro de Louis Cattiaux El Mensaje Reencontrado)
Imagen: Retrato del autor de El Mensaje Reencontrado - Levantada del sitioArsgravis
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