Andrew Oitke, catedrático de Antropología en
Harvard, publicó su polémico libro «Mental Obesity» (= Obesidad mental) que
revolucionó los campos de la educación, periodismo y relaciones sociales en
general.
En esta
obra, Andrew Oitke introdujo el concepto del epígrafe para describir lo que consideraba el peor problema
de la sociedad moderna, que se resume así.
Hace sólo
algunas décadas, la Humanidad tomó conciencia de los peligros del exceso de
gordura física proveniente de una alimentación desordenada. Es hora de
reflexionar sobre nuestros abusos en el área de la información y del
conocimiento, que parecen estar originando problemas tanto o más serios que los
del vientre prominente.
Nuestra sociedad está más sobrecargada de
prejuicios que de proteínas y más intoxicada de lugares-comunes que de hidratos
de carbono. Las personas se enviciaron con estereotipos, juicios apresurados,
enseñanzas egoístas y condenas precipitadas. Todos tienen opinión sobre todo,
pero no conocen nada.
Los 'cocineros' de este magno 'junk food'
intelectual son los periodistas, los articulistas, los editorialistas, los
novelistas, los falsos filósofos, los autores de telenovelas y una infinidad de
otros denominados 'profesionales de la información'. Los noticiarios y
telenovelas se están transformando en las hamburguesas del espíritu. Las
revistas de variedades y los libros de venta fácil son los “donuts” de la
imaginación. Los filmes se transformaron en la pizza de la sensatez.
El problema central está en la familia y en el
colegio. Cualquier padre responsable sabe que sus hijos se enfermarán si abusan
de dulces y chocolates. No se entiende, entonces, como aceptan que la dieta
mental de los niños esté compuesta por dibujos animados, por videojuegos que se
perfeccionan en estimular la violencia y por telenovelas que explotan,
desmesuradamente, la sexualidad, estimulando, cada vez con mayor énfasis, la
descomposición familiar, el homosexualismo, la permisividad y, no es raro, la
promiscuidad. Con una 'alimentación intelectual' tan cargada de adrenalina,
romance, violencia y emoción, es posible suponer que esos jóvenes nunca
conseguirán vivir una vida saludable y regular.
El periodista se alimenta, hoy, casi exclusivamente
de cadáveres de reputaciones, de detritos de escándalos, y de restos mortales
de las realizaciones humanas. Hace mucho tiempo, la prensa dejó de informar,
para sólo seducir, agredir y manipular.
Los periodistas y comunicadores en general no se
interesan en la bullente realidad, para centrarse apenas en el lado polémico y
chocante. Sólo la parte muerta y podrida o distorsionada de la realidad es la
que llega a los diarios.
El conocimiento de las personas aumentó, pero está
constituido por banalidades. Todos saben que Kennedy fue asesinado, pero no
saben quién fue Kennedy. Todos dicen que la Capilla Sixtina tiene cielo, pero
nadie sospecha para qué sirve. A todos les parece más cómodo creer que Saddam
es el malo y Mandella es el bueno, pero nadie se preocupa en cuestionar lo que
les hacen tragar como 'información'. Todos conocen que hay un teorema de
Pitágoras, pero ignoran lo que es un 'cateto'.
No provoca admiración que, en medio de la prosperidad
y de la abundancia, las grandes realizaciones del espíritu humano estén en
decadencia. La familia es discutida, la tradición olvidada, la religión
abandonada, la cultura se banalizó y el folclore transformado en 'mono'. El
arte es fútil, paradojal o una enfermedad. Florece, sin embargo, la
pornografía, el auto-elogio, la imitación, lo insulso y el egoísmo. No se trata
ni de una era en decadencia, ni de un 'época de oscurantismo' ni del fin de la
civilización, como tantos pregonan. Se trata, en realidad, de un problema de
obesidad que viene siendo inducido, sutilmente, en el espíritu y en la mente
humana. El hombre moderno está adiposo en raciocinio, en gustos y en
sentimientos.
"El mundo no necesita reformas, desarrollo,
progresos. Precisa sobretodo de dieta mental."
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