Siento haber llamado tu atención con este título. Probablemente quieras leer acerca de maravillosas puertas espirales que nos llevan a otros mágicos mundos, y no será exactamente este el enfoque que voy a dar a este escrito. Pero podría resultarte útil de cualquier modo.
Ya hay autores que
nos hablan de ilimitadas realidades paralelas a las que podemos acceder,
en las que nos podemos convertir; realidades en las que hay «otros
yoes» que no tienen los problemas que nosotros tenemos, y con los que
podemos fundirnos para llevar la vida que ellos llevan. A este respecto,
recomendaría la lectura del libro de Frederick R. Dodson titulado Cómo cambiar la realidad a través de los universos paralelos
(Editorial Sirio). También tenemos el caso, por ejemplo, del
neurocientíficoJoeDispenza, que nos invita a crearnos un escenario claro
de lo que queremos en nuestra mente, con todos los sentimientos
incluidos, con el fin de que aquello se materialice, puesto que el
cerebro no distinguiría lo imaginario vívido de lo real. Los contextos
son diferentes en uno y otro caso, pero siempre está el requisito de que
recreemos toda una realidad o todo un estado en nuestro corazón y en
nuestra mente.
Ocurre sin embargo
que no siempre estamos con el ánimo como para crear tanto detalle. ¡A
veces no disponemos ni del tiempo para ello! Cuando nos dicen que si
queremos estar alegres lo que tenemos que hacer es estar alegres,
plenamente alegres en nuestra imaginación, y sintiéndolo, nos quedamos
un poco a cuadros. «Sí, oiga, pero yo ahora estoy triste, ¿comprende?».
La respuesta viene a ser algo así como que creas en ti mismo y te
esfuerces más.
Bueno, tal vez
podemos hacernos las cosas más fáciles. El Ho’oponopono, por ejemplo, no
trabaja con afirmaciones ni visualizaciones, porque deja que Dios nos
ofrezca lo mejor para nosotros, según su criterio.
Y las disciplinas
espirituales de toda la vida predican que no tenemos que querer sí o sí
cambiar nuestro sentimiento actual, rechazarlo ni negarlo, sino que la
clave de trascenderlo consiste en permanecer con él, sintiéndolo
plenamente, hasta que se convierte en otra cosa.
Ya ves cuántos
enfoques posibles distintos. Así que no tenemos que preocuparnos si no
se nos da bien visualizar o sentir lo que no sentimos; hay alternativas.
Abundando ahora en
la posibilidad de cambiar de realidad y en el título del artículo,
quiero proponer una versión suave al respecto; algo que requiere menos
esfuerzo y que no consume tiempo.
Imagina que vas
caminando por la calle con algo preocupante bulléndote en la cabeza. De
pronto te das cuenta de que no quieres que esa situación sea un problema
y de que tampoco quieres seguir sintiéndote así. Recuerdas por un
momento la maravilla de la vida, la fugacidad de todo, y te planteas
entrar en una realidad en que tu estado de ánimo sea positivo y las
cosas se solucionen. Entonces, en tanto que peatón, te fijas en un hito
de tu camino. Puede ser una verja, una farola, una línea pintada en el
pavimento; cualquier punto que te sirva para tomar la determinación de
que, una vez lo hayas traspasado o hayas pasado por su lado, habrás
entrado en una realidad en la que tu pensamiento será más positivo y en
que, además, las cosas se habrán conjuntado de tal manera que habrá una
solución rápida para tu problema.
Así de sencillo y
así de simple. No has tenido que romperte los sesos visualizando; te ha
bastado con tener una idea general de cómo quieres estar y con tener
claro que quieres una solución a tu problema. Las inspiraciones y
soluciones ulteriores empezarán a ocurrir en cuanto hayas traspasado la
línea, gracias a tu determinación de que constituya un punto de
inflexión.
Hacerlo por la
calle tiene el atractivo de que es como una imitación del viaje de la
vida; el recorrido físico es una representación del fluir del tiempo.
Inevitablemente llegas a ese punto en tu andar, de la misma manera que
en tu vida llega, inevitablemente, ese momento que estás esperando o
temiendo. Por eso, y por la energía implícita en el andar, y por el aire
libre que respiras, esto puede ser más significativo que, por ejemplo,
cambiar de habitación en tu casa, concibiendo que cuando entres en una
de ellas cambia tu realidad y tu ánimo. Pero puedes probar.
¿Existen portales dimensionales más accesibles, útiles y prácticos que estos? Te invito a cruzarlos.
© Francesc Prims Terradas
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