miércoles, 25 de febrero de 2015

COMO HACER FRENTE AL RESENTIMIENTO Y EL ODIO - Diálogo con Krishnamurti





Pregunta: Si he de ser perfectamente honesto debo admitir que casi todo el mundo me provoca resentimiento y a veces odio. Eso hace que mi vida sea muy desdichada y penosa. Entiendo intelectualmente que soy ese resentimiento, ese odio, pero no pueda hacerle frente. ¿Puede Ud. mostrarme el camino?
KRISHNAMURTI:
Veamos qué entendemos por “intelectualmente”. Al afirmar que comprendemos algo intelectualmente, ¿qué queremos decir con eso? ¿Existe algo que pueda llamarse comprensión intelectual? ¿O es que la mente sólo comprende las palabras, porque ese es nuestro único medio de comunicarnos unos con otros? ¿Comprendemos algo verbalmente? Eso es lo primero en que tenemos que ser bien claros: si la llamada “comprensión intelectual” no es un impedimento a la comprensión.
La comprensión, por cierto, es integral, no dividida ni parcial. O comprendo algo, o no lo comprendo. El decirse a uno mismo: “yo comprendo algo  intelectualmente”, es sin duda una barrera para la comprensión. Es un proceso parcial, y, por lo tanto, no es en modo alguno comprensión.
Pues bien, la pregunta es ésta: yo, que estoy resentido, que estoy lleno de odio, ¿cómo he de librarme de ese problema, o cómo he de hacerle frente? ¿Cómo hacemos frente a un problema? ¿Qué es un problema? Sin duda, un problema es algo que perturba. Por favor, ¿me permitís que os insinúe algo? Prestad simplemente atención a lo que estoy diciendo. No tratéis de resolver vuestro, problema de odio y resentimiento observadlo, no más. Aunque es difícil penetrar el problema de modo que al final os veáis libres de él, veamos si podemos hacerlo ahora. Será un experimento bastante interesante si lo intentamos juntos.
Yo estoy resentido, lleno de odio; detesto a la gente, y eso me causa dolor. Y me doy cuenta de ello. ¿Oué he de hacer? Este es un factor que perturba mucho mi vida. ¿Qué tendré Que hacer? ¿Cómo estaré realmente libre de ello?
No se trata tan sólo de desprenderme de ello por el momento, sino de librarme fundamentalmente de ello. ¿Cómo habré de proceder?
Ahora bien, esto para ml es un problema porque me perturba. Si no fuera una cosa perturbadora, no sería problema para mí, ¿verdad? Porque causa dolor, perturbación, ansiedad, porque creo que es feo, quiero librarme de él.
Por consiguiente, es a la perturbación que yo me opongo, ¿no es así? Le doy diferentes nombres en distintos momentos, en diferentes estados de ánimo; un día lo llamo esto, y otro día otra cosa. Pero el deseo, en el fondo, es no verme perturbado. ¿No es eso? Como el placer no perturba, lo acepto. No deseo librarme del placer porque en él no hay perturbación, al menos por el momento. Pero el odio, el resentimiento, son factores muy perturbadores en mi vida, y yo deseo librarme de ellos.
De suerte que mi Interés es no ser perturbado, y estoy buscando una manera de no ser nunca perturbado. ¿Y por qué no he de serlo? Yo tengo que ser perturbado para des-cubrir algo, ¿no es cierto? Yo tengo que pasar por tremendos trastornos, disturbios, ansiedades, para poder descubrir, ¿no es así? Porque si no me veo perturbado, me quedaré dormido. Y tal vez sea eso lo que la mayoría de nosotros desea en realidad: que se nos apacigüe, que se nos haga dormir, alejarnos de toda perturbación, hallar aislamiento, reclusión, seguridad. Si a mí no me importa, pues, ser perturbado (realmente, no superficialmente) si no me importa ser perturbado porque deseo descubrir, entonces mi actitud hacia el odio, hacia el resentimiento, sufre un cambio, ¿verdad? Si no me preocupa el estar perturbado, entonces el nombre no tiene importancia ¿no es así? La palabra “odio” no es importante; ¿lo es acaso? O el “resentimiento” contra la gente carece de importancia, ¿no es así? Porque entonces experimento directamente el estado que llamo resentimiento sin verbalizar esa experiencia. No sé si me explico bien.
En otros términos: la ira es una condición muy perturbadora, como lo son el odio y el resentimiento; y muy pocos de nosotros experimentamos la ira directamente sin verbalizarla.
Si no la verbalizamos, si no la llamamos “ira”, la experiencia es por cierto distinta, ¿verdad? Como la definimos, con ello reducimos la experiencia nueva a lo viejo o la fijamos en términos de lo viejo. Mientras que si no la nombramos, hay entonces una experiencia que se comprende directamente, y esta comprensión efectúa una transformación en el momento de esa vivencia. ¿Me explico con claridad? Por favor, esto no es sencillo.
Consideremos por ejemplo la mezquindad. La mayoría de nosotros no nos damos cuenta si somos mezquinos -mezquinos en cuestiones de dinero, mezquinos para perdonar a la gente; mezquinos simplemente, bien lo sabéis.
Estoy seguro que esto nos resulta familiar. Ahora bien, dándonos cuenta de ello ¿cómo vamos a libramos de esa condición? No se trata de llegar a ser generosos que no es lo importante. El estar libre de mezquindad implica generosidad; no necesitáis volveros generosos. De suerte que, evidentemente, hay que darse cuenta de ello. Puede que seáis muy generosos al hacer un gran donativo a vuestra sociedad a vuestros amigos, pero terriblemente mezquinos en cuanto a dar más propina; bien sabéis lo que yo entiendo por “mezquino”. Uno no es consciente de ello. Cuando uno llega a darse cuenta de ello, ¿qué ocurre? Nos esforzamos por ser generosos, tratamos de vencer, nuestra mezquindad, nos disciplinamos con el fin de ser generosos, etc.
Pero, después de todo, el ejercitar la voluntad para ser algo sigue siendo parte de la mezquindad, dentro de un círculo mayor. Así, pues, si no hacernos ninguna de esas cosas y simplemente nos damos cuenta de lo que implica la mezquindad. Sin aplicarle un término, veremos que ocurre una transformación radical. Consideremos la ira: si no le dais un nombre y simplemente la experimentáis, no a través de la “verbalización”, ya que la “verbalización” es un proceso que menoscaba la experiencia; si no le dais un nombre, entonces ella se agudiza, se torna muy violenta y actúa como una sacudida; y sólo entonces es posible ser libre.
Tened a bien experimentar con esto. Primero, uno tiene que ser perturbado; y es obvio que a casi ninguno de nosotros le gusta ser perturbado. Creemos haber hallado una norma de vida -el Maestro, la creencia, lo que sea, y ahí nos establecemos. Es lo mismo que tener un buen puesto burocrático y en él vegetar por el resto de la vida.
Con esa misma mentalidad abordamos diversas cualidades de las cuales queremos deshacernos. No vemos la importancia de ser perturbados, de estar interiormente inseguros, de no ser dependientes. Es sólo en la inseguridad, sin duda, que descubrís, que podéis ver, que comprendéis. Queremos tener, como el hombre de mucho dinero, una vida fácil. Pero él, por cierto, no será perturbado; él no quiere ser perturbado.
Así, pues, la perturbación es esencial para el entendimiento, y cualquier intento de hallar seguridad es un obstáculo a la comprensión; y cuando queremos librarnos de algo que nos perturba, ello es por cierto un obstáculo. Mas si podemos experimentar un sentimiento directamente, sin nombrarlo, creo que es mucho lo que en ello encontraremos. Entonces ya no hay pugna con el sentimiento, porque el experimentador y lo experimentado son una misma cosa; y eso os esencial. Mientras el experimentador verbalice el sentimiento, la experiencia, él se separará de ella y actuará sobre ella; y tal acción es artificial, ilusoria. Pero si no hay “verbalización”, el experimentador y lo experimentado son una sola cosa. Esa integración es necesaria, y hay que enfrentarla radicalmente. Espero que esto sea claro.
14 Conferencias pronunciadas en Ojai, en 1949.
http://lazaruscafe.com/dialogo-con-krishnamurti/


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