La Presencia de Dios está siempre presente. Mediante la Gracia, el Espíritu Santo es ese aspecto de la consciencia divina que está a disposición de todos. Pero, debido a los bloqueos que pone el ego a la conciencia del Yo, que está dentro, se reconecta con la Verdad a través del contacto con un maestro espiritual, un avatar o unas enseñanzas espirituales.
El sabio espiritual dispone, gracias a una evolución espiritual mayor, de un contacto más estrecho y una identificación con el Yo que le permite hablar, enseñar y ser de ayuda y guía. Oír hablar de la experiencia espiritual resulta inspirador para los demás. Todo crecimiento espiritual se realiza mediante el consentimiento del propio libre albedrío. El verdadero maestro no impone su voluntad sobre los demás, sino que pone su sabiduría a disposición de todos. El maestro iluminado no cobra por la información, porque aquello que recibió como un regalo se ofrece como un regalo. La enseñanza de que se compone es de un nivel calibrado superior, y puede catalizar el desarrollo espiritual. El mero hecho de escuchar una gran enseñanza es, en sí mismo, una consecuencia del mérito espiritual. Y actuar según ella es incluso de mayor beneficio.
Se dice que Buda dijo: “Raro es en este universo nacer en una vida humana; más raro es oír hablar del dharma; más raro aun es aceptar las enseñanzas; y todavía más raro es obrar según ellas; pero lo más raro de todo es realizar la verdad de las enseñanzas”. Incluso oír hablar de la iluminación es ya el más raro de los dones. Cualquiera que haya oído hablar de la iluminación nunca estará satisfecho con nada más.
Así, la misma información se convierte en un maestro; pero, para que se active, precisa del asentimiento de la voluntad espiritual de la persona. El maestro espiritual que ha alcanzado la madurez espiritual recuerda que el devoto suele ser entusiasta, pero ingenuo. El devoto ingenuo se puede dejar engañar fácilmente por falsos maestros y falsas enseñanzas con atractivos envoltorios. La guía es, por tanto, otro de los valores de un gurú, que aleja al estudiante de los tentadores peligros de la seducción y el glamour espiritual. La función del maestro consiste en inspirar, instruir y confirmar la verdad de las enseñanzas mediante el testimonio personal, y estimular a los discípulos que se esfuerzan en el sendero.
Otro de los grandes servicios que el maestro proporciona al buscador es el de explicar y aclarar. Muchas enseñanzas de la antigüedad son correctas y validas, pero no son más que “huesos descarnados”, insuficientes, que llevan a malentendidos. El maestro no solo es necesario para que hable de la verdad e ilumine el camino del estudiante, sino también para que dé explicaciones. El verdadero maestro, a través de la iluminación, es ya un ser total y completo, y no tiene necesidad de reunirse con discípulos, ni obtiene nada teniendo seguidores. El verdadero maestro no desea control alguno sobre los demás ni ningún tipo de poder o símbolo. Las pompas, las riquezas y los adornos son insignificantes; el sabio no se siente atraído por las baratijas del mundo ni por nada que sea ilusorio o pasajero.
Para el maestro, el cuerpo solo es relevante en la medida en que es un medio de comunicación con los demás en el mundo ordinario. Es, por tanto, un médium de comunicación. El maestro es, en todo momento, el Yo invisible. No hay ninguna persona presente y, por tanto, el Yo esta vació de rasgos antropomórficos. En torno al maestro quedan los vestiglos de una persona, que es esa suma de aprendizajes sociales que facilita la interacción y la verbalización con el mundo ordinario. No hay ni atracción ni aversión por el mundo y sus contenidos o valores.
El maestro maduro ha ido más allá de la incapacitante fase de la dicha inicial, y existe en un dominio de paz infinita. Es este un estado de alegría no emocional que consiste en una omnisciencia y una certeza de la totalidad del absoluto. Es trabajo del maestro traducir lo inefable en comprensible, lo informe en forma, e intentar anticiparse a los malentendidos que puedan aparecer. Aunque el maestro ya no “piensa” en términos mundanos, el conocimiento del modo de traducir lo infinitamente subjetivo en terminología significativa es su don, y es en realidad una función del Espíritu Santo.
El sabio sirve a sus seguidores de otra forma, una forma no verbal, en la que la consciencia iluminada transmite esa frecuencia vibratoria al campo del pensamiento humano de consciencia y conciencia. Esto es efecto y consecuencia de esa conciencia. Esta enseñanza es una decisión, así como el resultado de un acuerdo.
David R. Hawkins.
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