La pachamama da la vida como la madre a su niño. Una vez la vida recibida, es necesario preservarla de todo lo que la amenaza. El equilibrio siempre está amenazado. El Aymara se rodeará de toda una serie de protectores, para asegurar el buen desarrollo de la vida, de los acontecimientos...
Esos protectores tienen un papel de primer plano en la vida del Aymara. Son todos los espíritus que moran en la naturaleza. El número está en crecimiento, así después de la colonización, los Aymaras adoptaron una serie de santos como protectores. Enrique Dussel nos da el motivo: "La fuerza de un pueblo no es más que la expresión del poder de sus dioses. El indio, muchas veces, pedirá ser cristiano para congraciarse con los dioses cristianos, para poseerlos siendo poseído, para firmar una alianza pacífica con ellos".
Los más importantes, sin lugar a duda, son los achachila. Son los que más fácilmente se ubican por las numerosas referencias de los Aymaras a los achachila. Son las cumbres de las montañas donde moran los espíritus de los antepasados. Ejercen un poder, para bien o para mal, sobre las personas y por eso influyen sobre la vida cotidiana de la gente. Por eso serán invocados, poniendo cuidado en no olvidar a ninguno, para congraciarse con ellos. Serán invocados en muchos ritos. A veces se les ofrecerá una wilancha, sacrificio de un animal, generalmente una llama. Pueden castigar con una mala cosecha, el granizo o mazamorras. Se les invocan en los ritos comunitarios, pero también en los ritos familiares. El Aymara se encomendará a ellos en sus viajes.
Después viene el kunturmamani. Es el espíritu protector de la casa, de cada casa. Será objeto de ritos familiares y en la construcción de la casa se le enterrará un feto seco de llama. El rito familiar más común consiste en escoger hojas de coca, repartirlas en dos vasos o jarros, que será objeto de la ch'alla y que les serán "ofrecidos" lanzando en el techo el contenido de los vasos. Su función es proteger la casa familiar de toda desgracia.
Los Aymaras se han apropiado de los santos católicos como sus "protectores" "aúnque con un significado distinto del que tienen en el cristianismo". Serán protectores de la comunidad y contribuirán ellos también a una buena cosecha. Fernando Montes Ruiz dice de ellos: "los santos poseen otras debilidades humanas: son celosos, vanidosos, crueles, vengativos y arbitrarios, y hasta los hay borrachos y ladrones". Entre los santos se puede mencionar el puesto importante de las "vírgenes" sea o no la virgen María. Santa Bárbara y santa Rosa de Lima pertenecen al número de las vírgenes veneradas por los Aymaras.
En la realidad actual, cada comunidad, ayllu, posee un santo patrón. Lo mismo cada gremio. Vemos ahí la influencia del cristianismo sobre el mundo aymara. Sin embargo constatamos que el diablo y el santo pueden convivir juntos y los cultos hacerse al uno y el otro sin nunca borrar el uno o el otro.
Existe una multitud de espíritus protectores como la apachita, "altar" de piedra en la cumbre de un camino o carretera. El Aymara añadirá una piedra, hará la ch'alla y le pedirá un feliz viaje. Una piedra con una forma particular, un río, una laguna, una gruta serán también espíritus protectores, aunque en general maléficos, a los cuales hay que "sacrificar" para evitar su cólera.
El mundo espiritual de los Aymaras está marcado por la idea de la presencia constante de las fuerzas de la naturaleza, de los espíritus de los antepasados que influyen sobre las actividades. La relación se hace en base a la reciprocidad. Se invitará (waxt'ar) al protector a servirse lo que se le ofrece: coca, comida, alcohol... En contraparte este protegerá la casa, la persona, la cosecha, etc... Es por eso que hoy muchos Aymaras influenciados por el catolicismo rechazan la acusación que les hacen de adorar las montañas, las piedras, la pachamama, etc... No se trata para ellos de adorar en el sentido occidental de la palabra, sino de invitar, de desarrollar una relación de reciprocidad con Dios. Los protectores son intermediarios y signos de la presencia de Dios en su vida.
El miedo, claro está, se encuentra presente en esta relación. Pero ha sido amplificado por los primeros evangelizadores por razones obvias de colonización. Domingo Llanque dirá al respecto: "En la concepción aymara, Dios castiga no para destruir sino para advertir". Aunque el castigo esté muy presente en la mentalidad religiosa aymara, somos testigos de que los ritos están también impregnados de gratitud.
Publicado por Begoña Rojo en :chamanesdelmundo.
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