por Anya Loizaga Velder y Armando Loizaga Pazzi.
Anya
Loizaga Velder, maestría en
psicología con especialidad en etnopsicoterapia. Candidata doctoral en
psicología médica en la Universidad Heidelberg, Alemania.
Armando
Loizaga Pazzi, psicólogo
clínico, licenciatura en psicología en la Universidad de Minnesota,
especialidad en tratamiento de adicciones Hazelden, Minnesota, Estados Unidos.
Son cofundadores y
codirectores del Centro Nierika y Fundación Cultural Ometeotl A. C., México.
Palabras
clave: peyote, potencial
terapéutico, salud mental, etnopsicoterapia.
El peyote es un
pequeño cactus conocido científicamente como Lophophora williamsii, que
contiene más de cincuenta alcaloides aislados hasta ahora (Hofman &
Schultes, 1979/1992), siendo la mescalina el componente psicoactivo más
estudiado por la farma- cología moderna. Es endémico del desierto mexicano y
se estima que su uso ceremonial data de varios miles de años. La evidencia
más antigua del uso del peyote por indígenas americanos data de 5.700 años,
por habitantes de lo que ahora es el estado de Texas, en la cueva de Shumla
(Bruhn, De Smet, El-Seedi & Beck, 2002). El uso ritual del peyote entre los
indígenas fue considerado un pecado por la Iglesia católica, que prohibió su
consumo en 1620 mediante un edicto de fe. La persecución del peyote era
extrema y en ciertos manuales de la Inquisición se incluía esta planta entre
las preguntas imprescindi- bles sobre los pecados abominables para la
confesión de los conversos (Stewart, 1993).
El uso del
peyote en la actualidad
Hoy en Estados
Unidos, como en México, está prohibido el consumo del peyote, ya que la mescalina
está catalogada, junto con drogas como la cocaína y la heroína, como una
droga con un alto potencial de abuso, cuyo uso es inseguro, además de carecer
de valor terapéutico aceptado. Estos criterios de clasificación del peyote
son claramente etnocén- tricos desde la perspectiva de la medicina indígena,
y debatibles desde una perspectiva científica (ver más adelante). Sin
embargo, a pesar de las estrictas restricciones legales, se ha autorizado el
uso del peyote en México a ciertas poblaciones indígenas que han em- pleado
este cactus psicoactivo de manera tradicional: wirrarikas (huicholes),
tarahumaras, coras y tepehuanes. En Estados Unidos, a su vez, indígenas
asociados a la Iglesia Nativa Americana (INA) pueden cultivar el peyote y consumirlo
en sus reservas. En las ceremo- nias de la INA el peyote se utiliza como
sacramento religioso en ceremonias de velación de un fuego, que duran toda la
noche, por lo general en un tipi alrededor de un altar con una medialuna. Se
estima que por lo menos existen 300.000 miembros activos de la INA en Estados
Unidos; sin embargo, su número aumenta considerablemente al incluir a la
población internacional no indígena que participa en ceremonias de peyote,
dentro del modelo del altar de la medialuna utilizado por la INA en diversos
países del mundo.
Existen
asociaciones culturales y religiosas en España, Alemania, Francia, Ecua- dor,
Perú y Colombia, entre otros, que sostienen que el peyote es una medicina
ancestral que debe ser reconocida como un sacramento de libre culto dentro de
las formas cere- moniales de los indígenas americanos. Cada año, más de dos
millones de peyotes son distribuidos legalmente dentro de Estados Unidos y
Canadá para uso religioso, dato que pone en duda la creencia, generalmente
aceptada, de que el peyote es una droga peli- grosa e impredecible para el
consumo humano. Utilizado en el contexto de la INA los efectos adversos del
peyote son prácticamente nulos. En un estudio que evaluó la seguri- dad del
uso del peyote entre los indígenas Diné (Navajo) se calculó que la
probabilidad de una reacción adversa al consumo del peyote es de uno en 70.000
(Bergman, 1971). El hecho de que el peyote está culturalmente integrado y
validado por el grupo social es determinante para proveer un contexto
psicológico de mayor seguridad, debido a que los participantes no se perciben
cometiendo un acto ilegal o sancionado por el grupo social como inmoral.
Los
efectos del peyote en la salud mental
A pesar de la
limitada investigación, existen estudios científicos que apuntan a la se-
guridad toxicológica del uso ceremonial del peyote, y que sostienen que sus
efectos pueden contribuir al bienestar psicoemocional de quienes lo consumen
regularmente. Un estudio reciente, de buen diseño metodológico, evaluó el
impacto del peyote en la salud mental de miembros de la INA y concluyó que su
ingesta periódica no conduce a impedimentos psicológicos ni cognitivos; por
el contrario, contribuye positivamen- te al bienestar psicológico de los sujetos
que lo consumen en este contexto (Halpern, Sherwood, Hudson, Yurgelun-Todd
& Pope, 2005). Los participantes en este estudio fueron miembros activos de
la INA, con un consumo promedio de entre 150 a 500 veces. El consumo total de
peyote a lo largo de la vida de los sujetos no se asoció de manera negativa a
indicadores de funcionamiento neuropsicológico. Los resultados de las pruebas
psicométricas del grupo experimental (consumidores regulares de peyote en
contexto de la INA) fueron inclusive mejores que los del grupo control en
diversas pruebas de funcionamiento neuropsicológico, sin presentar déficit en
ninguna escala del inventario de salud mental (RMHI). Se pudo concluir, así,
que el uso del peyote no conlleva secuelas psicológicas ni cognitivas en este
contexto estructurado.
El peyote
en el tratamiento del alcoholismo y la drogadicción
El peyote es
considerado por muchas tribus nativo americanas como una de las me- dicinas
más fuertes y poderosas con un amplio espectro de aplicaciones incluyendo el
tratamiento del alcoholismo y la drogadicción (Albaugh & Anderson, 1974).
La efecti- vidad del peyote en propiciar la recuperación exitosa del
alcoholismo ha sido reportada por numerosos etnógrafos de la INA. En un
extenso estudio de campo realizado en la población indígena Diné, Calabrese
(2007) reporta: “para muchos, la Iglesia Nativa Americana es el pilar que
sustenta su recuperación del alcoholismo, drogadicción y de otras condiciones
de orden psicológico y conductual”. El psiquiatra Karl Menninger (1971) llegó
a una conclusión similar:
El peyote no
representa daño alguno para esta gente, por el contrario, es benéfico, recon-
fortante, inspiracional y parece ser espiritualmente nutritivo […] ha sido un
mejor antí- doto contra el alcohol que cualquier otro remedio ofrecido por los
misionarios, el hombre blanco, la Asociación Médica Americana y los Servicios
de Salud Pública.
En efecto, la
participación indígena en servicios de atención a la salud pública
regionales se incrementó de 20% a 80% cuando las juntas de Alcohólicos
Anónimos fueron reemplazadas por ceremonias de la INA como alternativa
terapéutica (Stubben, 1997). Asimismo las ceremonias de peyote han demostrado
jugar un papel crucial en el tratamiento y la planificación de estrategias de
postratamiento para problemas adictivos (Calabrese, 2007). Cabe resaltar el
hecho de que el gobierno federal de Estados Unidos le ha otorgado al peyote la
categoría oficial de alternativa terapéutica, con su propio código de servicios
al cliente, en los manuales gubernamentales de los Servicios de Salud Indígena
(IHS) para el tratamiento de la drogadicción y alcoholismo.
La eficacia
terapéutica de las ceremonias de peyote observada en indígenas nortea-
mericanos en el tratamiento del alcoholismo parece residir en una combinación
de diver- sos elementos. Por un lado, se han propuesto acciones farmacológicas
que presentan pro- piedades que disminuyen el apetito por el alcohol (anti
craving). Esto se puede explicar en parte porque se han encontrado
isoquinolinas como metabolitos del peyote. Algunos estudios
neurofarmacológicos implican a las isoquinolinas por sus referencias a
receptores dopamínicos y endorfínicos como efectivas en disminuir el apetito
por el alcohol y los opiáceos (Blum, Futtermann & Pascarosa, 1977). Por
otro lado, existe una compleja dinámica psicosocial en torno a las ceremonias
que pueden transformar la conciencia de sus participantes (inclusive sin haber
ingerido peyote). En una ceremonia de peyote la persona se encuentra
entretejida en una narrativa de autotransformación y renacimiento. El peyote
altera los procesos de atención, de susceptibilidad y de autoconciencia, de
tal manera que facilita aperturas que pueden conducir a cambios en la vida
cotidiana. La estructura cuidadosamente calibrada de la ceremonia, hace a la
mente más sugestionable para recibir mensajes curativos e induce un estado
espiritual de autorreflexión que permi- te una reestructuración cognitiva y
emocional.
No existen
investigaciones clínicas controladas sobre los efectos terapéuticos del
peyote; sin embargo, hay numerosos estudios de casos que documentan sus
aparentes efectos positivos. Las experiencias curativas reportadas por
consumidores de peyote inclu- yen elaboradas visiones interpretadas como
enseñanzas de orden superior, mensajes divi- nos o advertencias, comprensiones
importantes sobre uno mismo, catarsis emocionales, experiencias
transcendentales acompañadas por un deseo de transformar comportamien- tos
desadaptativos. Muchas personas reportan también haber tenido vivencias de
muerte y renacimiento, así como de autorreflexión profunda, que han sido
instrumentales para lograr cambios de patrones disfuncionales (Calabrese,
2007). Un periodo de traslape o de permanencia duradera del efecto, casi
imperceptible –descrita como una sensación pro- longada de bienestar
generalizado– se observa frecuentemente y lo reportan varios grupos indígenas.
Este bienestar prolongado puede durar de siete a diez días y está marcado por
un aumento de la “sensación de apertura y una gran disposición hacia la
comunicación” (Albaugh et al., 1974). Tal efecto del peyote debe ser mejor
estudiado en el contexto de la salud mental y en los programas de mantenimiento
de abstinencia. El peyote parece inducir cambios positivos duraderos,
particularmente en aquellas personas que participan en varias ceremonias
consecutivas, con intervalos apropiados entre cada ceremonia, factor que
también debe ser tomado en cuenta en el diseño de un tratamiento.
Aplicaciones
del peyote como medicina herbolaria
Como parte de la
amplia farmacopea herbolaria de los pueblos indígenas, el peyote pa- rece
tener múltiples aplicaciones y sus propiedades curativas son consideradas
efectivas para los más diversos casos clínicos. Por ejemplo, la pomada de
peyote aplicada como ungüento puede ser utilizada para aliviar quemaduras,
reumatismo, insolación e infla- mación muscular o trauma por golpe. Las
compresas de peyote son también aplicadas en el caso de mordeduras de insectos
ponzoñosos o de víbora. El peyote parece estimular el sistema inmunológico y
tener efectos antitumorales (Franco-Molina et al., 2003). También puede ser
utilizado como antiséptico y se le reconocen efectos antibacteriales y
antiparasitales (Anderson, 1996; Raetsch, 1987). El peyote es recetado por
médicos indígenas tradicionales para enfermedades como la tuberculosis,
cáncer, artritis, sífilis, etc. Se recomienda también para fortalecer el
corazón y como tónico cardiovascular. Para aquellos pueblos indígenas que
utilizan al peyote en un contexto ceremonial y lo definen como sacramento
divino, este cactus lo cura todo. Diversas etnias entienden al peyote como un
tipo de panacea, una medicina sagrada que es todopoderosa y puede ser utilizada
para curar cualquier enfermedad.
Todas estas
atribuciones que se le reconocen al peyote como planta medicinal no han sido
comprobadas científicamente debido a las restricciones legales. Sin em- bargo,
tampoco se puede determinar que el peyote no tiene estas cualidades curativas,
precisamente porque eso tampoco se ha comprobado científicamente. Más aún,
existen suficientes datos etnográficos, psicológicos, sociales y de la
medicina indígena institucio- nalizada que sostienen empíricamente el estatus
del peyote como una legítima medicina herbolaria.
Consideraciones
en la aplicación del peyote como medicina psicosocial
En un contexto
ceremonial, el peyote ha demostrado ser una medicina efectiva para diversos
padecimientos psicoemocionales, como por ejemplo: depresión, inseguridad,
ansiedad, trauma y diferentes condiciones de crisis existencial o momentos
críticos de vida que requieran de apoyo y dirección.
Sin embargo, como
se ha mencionado, los efectos terapéuticos de las ceremonias de peyote no se
pueden explicar exclusivamente por la acción farmacológica del cactus, y es
por eso que sus efectos en un contexto hospitalario no podrían ser replicados
y serían diferentes. El contexto estructurado de las ceremonias, las intervenciones
del facilitador, la dinámica social, los símbolos y las metáforas del
ritual, son elementos inseparables que coadyuvan conjuntamente a generar la
experiencia subjetiva en aquellos que participan en las ceremonias de peyote.
Esta interrelación simbiótica entre planta y ceremonia no puede ser
discretamente separada. La efectividad del peyote como medicina psicosocial
depende de la ceremonia misma y del manejo instruido de todos los elementos del
ritual, por facilitadores capacitados. Esto representa un reto metodológico
para los sistemas de salud pública, ya que es imperativa la colaboración
entre médicos, terapeutas y hombres o mujeres del camino de la medicina
ancestral. Falta mucha investigación para seguir conociendo los efectos terapéuticos
de esta planta y su potencial como agente curativo y preventivo de enfermedades
mentales.
La medicina
tradicional indígena puede ofrecer nuevos conocimientos a la medi- cina
occidental moderna para encontrar alternativas terapéuticas, tanto para
poblaciones indígenas como no indígenas. En un mundo plural y democrático
todos los ciudadanos tienen derecho a la salud y deben poder elegir el
tratamiento de su elección. Las medi- cinas complementarias pueden, así como
el conocimiento ancestral, ofrecer un mayor número de opciones de cuidado y
tratamiento. Esto es particularmente relevante en el campo del tratamiento de
las adicciones. El reto está en empatar dos paradigmas para- métricamente
diferentes, con aparentes polaridades conceptuales. Lo que para la medici- na
indígena representa una medicina prestigiada es, para la medicina occidental
alópata, una droga lúdica sin valor terapéutico. Esta notoria discrepancia
radica, por un lado, en la actitud culturalmente adoptada hacia los estados
modificados de conciencia en gene- ral y en la definición que el grupo social
adopta y proyecta a sus objetos de consumo.
Las sociedades
industriales no valoran la transformación de la conciencia como un valor
positivo o adaptativo, la entienden solo desde una óptica lúdica, como el
alcohol y las drogas narcóticas. En cambio, las sociedades indígenas, han
recurrido frecuentemente a la transformación de la conciencia para cumplir con
diversas funciones al servicio del colectivo o sus miembros y ha sido un valor
frecuentemente institucionalizado. Asimis- mo, la sociedad occidental ha
definido al peyote como una droga recreativa con escaso valor terapéutico y
extremadamente nocivo para la salud, mientras que para decenas de diversas
tribus indígenas en todo el continente, este cactus es definido como una
planta sagrada y como medicina prodigiosa. La definición adoptada por las
autoridades inter- nacionales y difundida al público en general merece ser
cuestionada, tomando en cuenta los efectos terapéuticos documentados en
múltiples estudios de campo y validando el conocimiento de la medicina
tradicional indígena.}
por Anya Loizaga Velder y Armando Loizaga Pazzi.
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