Dicen que la vida
es la eterna travesía sideral, que aprecia cada supremo instante de nuestra
propia existencia. Una gloriosa oportunidad de vencer los miedos, los fracasos
y los rencores, que van destrozando los cristales de la hermosísima Pachamama.
Esos gigantescos
cristales fueron reventados por la desidia ecológica, que la Sociedad Moderna
aprendió a pisotear en los ecosistemas y en su etérea biodiversidad.
El espíritu
vandálico del Homo Sapiens, convirtió al planeta Tierra en un trágico Carnaval
del Ecocidio. En ese cortejo fúnebre que transita por los cementerios de la
Amazonía, el tiempo quedó manchado de tanta oscuridad, industrialización y
belicismo, para que los hombres y las mujeres no adoren de rodillas al
misterioso halo de la vida, cuyo nacimiento fortuito sigue siendo un verdadero
milagro por recorrer.
Todo es culpa del
ego. Detrás de la envidia, el mal humor, la guerra, la traición, la venganza,
la codicia y el pecado, existe un diablito que nace, crece y se reproduce en la
psique de los más débiles, con el propósito de que sus víctimas jamás
reconozcan, perdonen y rectifiquen los errores cometidos en el pasado.
No importan los
mudras, los mantras y los chakras. Si las energías del cuerpo humano no tienen
la suficiente voluntad de cambio, será imposible que los dedos consigan
doblegar al orgullo, a la soberbia y a la hipocresía.
Antes de pretender
sanar de las enfermedades, encontrar la paz interior y hallar la justicia
divina en el Mundo, debemos mirarnos frente al espejo con los ojos del corazón,
y no permitir que la mirada del egocentrismo nos robe el pan bajo el brazo.
Por eso, nuestro
destino depende de las decisiones que tomamos a diario, y de la necesidad de
responsabilizarnos por las consecuencias de esas acciones.
No podemos
inclinar levemente la cabeza, unir las palmas abiertas de las manos, y fijar el
pecho en posición de oración, mientras deforestamos los bosques nativos,
sembramos la semilla transgénica del narcotráfico, perforamos los suelos
gasíferos, llenamos de hidrocarburos los océanos, derrochamos la brillante
energía eléctrica, exterminamos la fauna silvestre, robamos el agua de los más
pobres, y contaminamos el trópico con dióxido de carbono.
Ahora tenemos muy
sucias las palmas de las manos, como para resurgir de las cenizas y orar por un
futuro bienaventurado.
Estamos tan
desconectados del Zen, que olvidamos el placer de inhalar y exhalar el aire
respirado, que silenciamos la prosa vocalizada en público, y hasta perdimos la
gracia salvadora de honrar a la vida.
Cada día nacen más
de 350.000 hijos de la Madre Tierra, que desconocen cuál será el sagrado templo
de su peregrinaje existencial.
Ellos comienzan a
sufrir por los sismos de la fractura hidráulica, por las cicatrices de la quema
de combustibles fósiles, por los engendros radiactivos de la peste
termonuclear, por los rayos ultravioletas del electromagnetismo, por el extremo
calor de las ráfagas de El Niño, por el oxígeno cancerígeno del aserrín
tabacalero, por la sedimentación marina de las redes pesqueras, por la pólvora
que irradian los cartuchos pirotécnicos, y por el mal olor de las toneladas de
basura doméstica.
Vemos que la
crisis ambiental global, transforma el clamor de las supersticiones en el único
credo de los terremotos, inundaciones, huracanes, tsunamis, sequías, tornados,
avalanchas, tifones e incendios forestales que tambalean al orbe.
Aunque el Mundo
continúa cayéndose a pedazos, se nos hace bastante difícil dar las gracias,
saludar a los vecinos, respetar al prójimo, venerar a los abuelos, llorar de
madrugada, idolatrar a la Naturaleza y decir adiós en una soleada tarde de
domingo.
Siempre pensamos
que el Sol nos regalará un nuevo amanecer, para no tener que reflexionar sobre
las tinieblas que ensombrecen a la Luna. Pero las horas, los minutos y los
segundos, van consumiendo al reloj de la eterna ignorancia terrícola.
Con las astillas
de los cristales, seguimos desfigurando el rostro de las selvas, de los
bosques, de las junglas, de los manglares, de los humedales, de las dunas y de
los mares que confluyen en la biosfera de Gaia.
Dicen que cuando
el Homo Sapiens finalmente despierte de la pesadilla, es probable que ya no
existan hojas de árboles, caracoles del náufrago y miel de abejas, para
endulzar el desastre ambiental ocasionado por la civilización del siglo XXI.
Somos un hueso tan
duro de roer, que ni siquiera la quiromancia se atreve a predecir el
significado de las líneas, montes y arrugas, que enrojecen el sangriento camino
de la autodestrucción planetaria.
Por ejemplo, de
los 20.000 osos polares que actualmente habitan en el Círculo Polar Ártico, se
teme que dos tercios de la población total desaparezcan para el año 2050,
debido a que los dueños del Cambio Climático, del Efecto Invernadero y del
Calentamiento Global, solo desean que las agujas cremadas del equinoccio junto
con el hielo fundido del solsticio, sean rápidamente asesinadas con el aguacero
de lluvia ácida, que empapará cada rincón del inestable planeta Tierra.
Entendamos que el
Medio Ambiente es el mejor aliado en la lucha conservacionista mundial, y NO es
un enemigo que deba ser destruido con los misiles, con los cohetes, con los
cuadricópteros, con los aviones genocidas, y con las ametralladoras cargadas
por los ecocidas de a sueldo.
Resulta conveniente
saber que los venezolanos, poseen dentro de su geografía al espectacular “Salto
Ángel”, que es la cascada más alta del Mundo, que se encuentra ubicado en el
Parque Nacional Canaima del estado Bolívar, y que fue declarado Patrimonio de
la Humanidad por la Unesco en 1994.
Llamado por los
indígenas pemones “Kerepakupai Vená” (salto del lugar más profundo), el
imponente Salto Ángel armoniza nuestro sentido de pertenencia, y nos reconecta
con los enigmáticos tepuyes, con la indomable vegetación y con el arcoíris de
los fantasmas. Además, vamos conociendo el legado étnico heredado de los
pueblos originarios.
Nos relajamos con
el pacifismo celestial invocado por el Cosmos. Mejoramos el nivel de
autoestima, visitando un lugar turístico de trascendencia global. Y nos permite
tomar un caudal de fotografías, que ni el Alzheimer podrá borrar de la memoria
en retrospectiva.
Los venezolanos no
necesitamos pasaporte, visa y traductor bilingüe, para poder disfrutar de su
inigualable belleza 100% venezolana.
El gran problema,
es que estamos inmersos en un agresivo proceso de transculturación, que NO nos
deja valorar el arraigo cultural, la idiosincrasia y la soberanía de los
territorios.
La disyuntiva
sobrepasa al tesoro del Salto Ángel, y arremete contra otros sublimes paisajes
latinoamericanos, como Chichén Itzá, Tierra del Fuego, Salar de Uyuni, El
Pantanal, Machu Picchu, Cráter del Cotopaxi, Sierras de Mahoma, Islas
Galápagos, Cueva de Pali-Aike, Semuc Champey, Cerro Verde, Cavernas de Vallemí.
Archipiélago de Solentiname, Punta Catedral y los Jardines del Rey.
Creemos que si el
Salto Ángel fuera subastado o vendido en Amazon y en Ebay, gran parte de los
Seres Humanos intentarían comprarlo con tarjeta de crédito por la Internet,
antes que disfrutarlo en vivo y directo con sus posibles seres queridos.
Como buenas ovejas
del rebaño capitalista, los latinoamericanos prefieren irse de vacaciones a los
centros comerciales de Panamá, de Miami y de Aruba, para comprarse un vendaval
de laptops, tablets, teléfonos celulares, cámaras digitales, televisores,
agendas electrónicas, y demás porquería metálica que venden en los mercados de
pulgas internacionales.
Sin darnos cuenta,
terminamos siendo borregos esclavizados al sistema neoliberal de turno,
manipulados por la hiperactiva cotización del dólar, e hipnotizados por los
ojos punzantes de la carroñera águila calva. Basta con analizar la escena
virtual representada por las redes sociales, que incluye a Facebook, Twitter y
WhatsApp.
¡Qué barbaridad!
Es increíble observar toda la payasada que se habla y se escribe en las
adictivas cadenas del ocio. A cada instante se publican auténticas gansadas en
la Web, y lo más lamentable, es que mientras más idiota te comportes, pues más
seguidores tendrás en tu muro.
El Nuevo Orden
Mundial siempre gesta el adoctrinamiento de masas, a través de un novedoso
“trending topic”, con una insistente “hashtag”, o con un maravilloso “doodle”,
que será respaldado y consumido por los millones de títeres del show circense.
En la feria callejera
de las redes sociales, se endiosa la música anglosajona, los spots de la
televisión, los eventos deportivos, la pornografía infantil, el ciberacoso, las
películas hollywoodenses, el racismo, la trata de personas, el tráfico de
órganos, la homofobia, la politiquería, la corrupción y el libertinaje.
Jugando con la
salud mental de niños, jóvenes y adultos, el Tío Sam busca examinar el grado de
obediencia que demuestran los lacayos del siglo XXI, al dejar que protagonicen
la diversión del agitado “Harlem Shake”, al manipular sus neuronas con el
perturbador “Charlie Charlie Challenge”, al matarlos de hipotermia con el
inolvidable “Ice Bucket Challenge”, y al disfrazarlos de chacales en el
Carnaval del Ecocidio, que es impuesto por las violentas transnacionales del
globo terráqueo.
La cruz, el lápiz
y el viento, jamás señalan las terribles consecuencias éticas y morales,
acarreadas por la descomposición social que producen esos mensajes subliminales
del hiperespacio, dentro del proceso cognitivo de las colectividades.
Mientras menos te
ocupes por el bienestar del Medio Ambiente, más likes, más caritas felices y
más pulgares levantados, te mantendrán en la cima prefabricada de Youtube.
Lástima que todo
ese nivel de concentración, desperdiciado en el vicio del egocentrismo
socio-tecnológico, nunca lo utilizan para practicar la Cultura del Reciclaje,
la Eficiencia Energética y el Ahorro del Agua potable.
Sin Educación
Ambiental obligatoria en el plan de estudio de los colegios, en las cálidas
paredes de los hogares, y en las frenéticas calles latinoamericanas, pues será
imposible generar cambios ecológicos relevantes, en el futuro de las ciudades
que albergamos.
No hay duda, que
la clásica apatía ambiental de la ciudadanía, de los organismos públicos, de la
empresa privada y de los entes gubernamentales, nos mantiene presos en las
garras de un asfixiante Mundo, donde siempre gana la arquitectura económica del
todopoderoso dios dinero. Aquí en la Tierra siempre gana Monsanto, Coca Cola,
Nestlé, BP, Cargill, Bayer, Bimbo, Shell, Ford, Exxon Mobil, Walmart,
ArcelorMittal, Danone, Colgate-Palmolive, Nike, Apple, Sony, Barrick Gold,
Microsoft, Gillette, Disney, Marlboro, Corona, Pepsi, McDonald's, CNN, Samsung,
LG, Chevron y demás monstruos corporativos aplaudidos por la tonta Humanidad.
Sin embargo, nos
gustaría que te sincronizaras con el aura del Universo, y aceptes el compromiso
de preservar los recursos naturales de Gaia. Una forma de hacerlo, es
celebrando distintas efemérides de interés conservacionista, como el 26 de
enero “Día de la Educación Ambiental”, el 3 de marzo “Día de la Naturaleza”, el
22 de marzo “Día del Agua”, el 22 de abril “Día de la Madre Tierra”, el 17 de
mayo “Día del Reciclaje”, el 22 de mayo “Día de la Biodiversidad”, el 5 de
junio “Día del Medio Ambiente”, el 17 de junio “Día de la lucha contra la
Desertificación”, el 29 de septiembre “Día Mundial de los Mares”, y el 10 de
diciembre “Día de los Derechos Humanos”.
No permitamos que
la tristeza, la depresión y la confusión, por cualquier circunstancia adversa
que nos joroba la espalda, se robe la esperanza de reencontrarnos con la fe
ciega del Himalaya. Recuerda que cuando aprendes a vivir, la vida vuela.
Y cuando aprendes
a volar, la vida vuelve. Si deseas vivir para contar tu propia historia de vida,
entonces te ofrecemos una lista de consejos ecológicos que te ayudará a
conseguirlo. Evita dejar encendidos los equipos electrónicos al salir de la
casa u oficina.
No malgastes
litros de agua potable por capricho.
Al imprimir o
fotocopiar documentos, hazlo por ambas caras de la hoja de papel.
No abuses del
consumo del aire acondicionado, ya que es un aparato de enorme demanda
eléctrica. Aléjate de las drogas, del alcohol y de los cigarrillos. No tires
basura en las calles, en las plazas, en las playas, en los ríos o en los
parques.
Donemos sangre en
los hospitales, y rescatemos un corazón roto.
Piensa antes de
hablar, antes de escribir y antes de condenar los defectos de otra persona.
Reúne las cajas de pizza, las botellas de refrescos, los periódicos viejos, los
empaques de golosinas y cualquier otro material de origen inorgánico (plástico,
vidrio, cartón, metal, papel), que pueda ser trasladado hasta los centros de
reciclaje en tu localidad.
Prioriza una dieta
rica en alimentos saludables como las verduras, frutas y cereales.
Adopta a un perro
o gato de la calle, y denuncia los casos de maltrato animal. Impulsa los
talleres gratuitos de compostaje, la reforestación de áreas comunales, y la
solidaridad entre los habitantes.
El chiste del
conocimiento es compartirlo libremente con nuestros semejantes, sin esperar
dinero, regalos o adulaciones de la gente.
Queremos que te
llenes de la endorfina positiva que impregna el abrazo de la Pachamama, y
compartas la sabiduría holística con tus familiares, amigos, vecinos,
profesores y colegas del trabajo.
Si en realidad
buscamos el desarrollo ecológicamente sustentable de los pueblos, para no
seguir disfrazados de luto en el gran Carnaval del Ecocidio, pues debemos
rejuntar las palmas de las manos y devolverle la calma a la tempestad.
Ekologia
http://ekologia.com.ve/
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