viernes, 2 de octubre de 2015

LOS 7 PRINCIPIOS Y LAS TRES REGLAS DEL ARTE DE ACECHAR

 


El primer principio del arte de acechar es que los guerreros ( Un guerrero es alguien que busca la libertad) eligen su campo de batalla. Un guerrero solo entra en batalla cuando sabe todo lo que puede acerca del campo de lucha.
 
Eliminar todo lo innecesario es el segundo principio del arte de acechar. El tiro es la simpleza. Aplica toda la concentración que tienes para decidir si entras o no en la batalla, porque cada batalla es de vida o muerte.
 
Este es el tercer principio del arte de acechar: Un guerrero debe estar dispuesto y listo para entrar en su última batalla el momento y en cualquier lugar. Pero no más así a la loca.
 
El cuarto principio del arte de acechar: Descansa, olvídate de ti mismo, no tengas miedo a nada. Solo entonces, los poderes que no guían nos abren el camino y nos auxilian. Solo entonces.
 
El quinto principio del arte de acechar: Cuando se enfrentan a una fuerza superior con la que no pueden lidiar, los guerreros se retiran por un momento. Dejan que su pensamiento corra libremente. Se ocupan de otras cosas. Cualquier cosa puede servir.

El sexto principio del arte de acechar: Los guerreros comprimen el tiempo; todo cuenta, aunque sea un segundo. En una batalla por tu vida, un segundo es una eternidad, una eternidad que puede decidir la victoria. Los guerreros tratan de triunfar, por tanto comprimen el tiempo, los guerreros no desperdician ni un instante.

Los guerreros no tienen al mundo para que los proteja, como lo tienen otras personas, así es que tienen que tener la regla. Sin embargo, la regla de los acechadores se aplica a cualquiera.

LA REGLA

El primer precepto de la regla es que todo lo que nos rodea es un misterio insondable.

El segundo precepto de la regla es que debemos tratar de descifrar esos misterios, pero sin tener la menor esperanza de lograrlo.

El tercero es que un guerrero, consciente del insondable misterio que lo rodea y consciente de su deber de tratar de descifrarlo, toma su legítimo lugar entre los misterios y él mismo se considera uno de ellos. Por consiguiente, para un guerrero el misterio de ser no tiene fin, aunque ser signifique ser una piedra o una hormiga o uno mismo.

Esa es la humildad del guerrero. Uno es igual a todo.

Carlos Castaneda. El Don del Águila. (1994)
 

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