Ken Wilber: La conciencia sin fronteras.
Y el mundo de los opuestos es un mundo de conflictos, como no tardaría
en descubrir el propio Adán, que debe de haberse fascinado por el poder
que se genera trazar límites e invocar nombres. Pensemos que un sonido
tan breve como la palabra “cielo” podía representar toda la inmensidad
de los cielos azules reconocidos en virtud de las demarcaciones respecto
de la tierra, el agua y el fuego. De modo que,
en vez de manejar y manipular objetos reales, Adán podía manipular en
su cabeza esos nombres mágicos que ocupaban el lugar de los objetos
mismos.
Antes de la invasión de las fronteras y los nombres, si por ejemplo,
Adán quería decirle a Eva que en su opinión era una burra, tenía que
cogerla del brazo y salir con ella en busca de una burra, indicársela,
señalarla a ella, y después empezar a brincar adoptando una expresión
estúpida. Pero ahora, gracias a la magia de las palabras, le bastaba con
levantar los ojos al cielo y decir “Por el amor de dios, cariño, mira
que llegas a ser burra”
Eva, que en realidad era mucho más sensata que Adán, no solía
replicarle. Es decir, se negaba a entrar en el juego de la magia de las
palabras, porque en lo más profundo de su ser sabía que las palabras
eran un arma de dos filos, y a quien hierro mata, hierro muere.
Entretanto, los resultados del esfuerzo de Adán eran espectaculares y
mágicos y es comprensible que el éxito comenzara a subírsele a la
cabeza. Empezó a llevar sus fronteras a lugares que habría sido
preferible dejar sin cartografiar y que por ese medio lograba conocer.
Esa embriaguez culminó en el árbol de la ciencia – en realidad de los
opuestos – del bien y del mal. Y cuando Adán reconoció la diferencia
entre los opuestos del bien y del mal, es decir, cuando trazó una
demarcación fatal, su mundo se desmoronó. Al pecar, la totalidad del
mundo de los opuestos que él mismo habia ayudado a crear, se volvió
contra él para acosarlo. Dolor y placer, bien y mal, vida y muerte,
esfuerzo y juego… Todo el espectro de opuestos en conflicto se abatío
sobre la humanidad.
Lo cierto es que vivimos en un mundo de conflicto y oposición porque es
un mundo de demarcaciones y fronteras. Y puesto que cada línea
fronteriza es también una línea de batalla, henos aquí con una difícil
situación humana: cuanto más firmes son nuestras fronteras, más
encarnizadas nuestras batallas. Cuanto más me aferro al placer, más
temo, necesariamente, al dolor. Cuanto más voy en pos del bien, tanto
más me obsesiona el mal. La mayoría de nuestros problemas son las
demarcaciones y los opuestos que éstos crean, tendemos a tratar las
demarcacion como si fueran real y después manipulamos los opuestos así
creados. Jamás cuestionamos la existencia de la demarcación como tal.
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