El miedo y ciertos intereses económicos y políticos han relegado a listas ‘negras’ las plantas enteogénicas y otros recursos terapéuticos tradicionales, privando a la humanidad de poderosas medicinas para la sanación de cuerpo, mente y espíritu.Uno de estos regalos de la Naturaleza es la Iboga (Tabernanthe iboga), un arbusto nativo del África ecuatorial, que nace en el valle del Río Muni, en los bosques tropicales de Gabón, en el Congo, y prácticamente en todo el territorio ecuatorial-oeste del ‘Continente negro’.El componente activo de la planta se denomina Ibogaína y se concentra en la raíz, cuya corteza es la base de diversos rituales y también un remedio de aplicación cotidiana en esas regiones del África. En pequeñas dosis la Iboga estimula el sistema nervioso central, es afrodisíaca, vigorizante y supresora del hambre y el sueño. Por eso, los cazadores africanos suelen masticarla mientras siguen a sus presas, labor que puede tomarles días y noches enteras.La Iboga sirve para combatir el cansancio crónico y el agotamiento que producen las condiciones de trabajo extremas. Igualmente, se cuenta que supera a los fármacos occidentales en el tratamiento de la impotencia sexual masculina y la anorgasmia femenina; pero no hay estudios clínicos al respecto y, por ahora, a los grandes laboratorios no les interesa el tema. El arbusto de Iboga puede medir dos metros de altura, pero en condiciones ideales se transforma en un pequeño árbol que crece hasta diez metros. Sus flores son blancas y rosadas, sus frutos anaranjados pueden tener forma ovalada y alargada, o esférica.El uso de la Iboga está prohibido, o restringido, en los países de la Comunidad Europea. En los Estados Unidos la planta está incluida en la lista de sustancias controladas por sus “componentes alucinógenos”.
Una esperanza
Fuera de África se ha experimentado la utilización de la Iboga para tratar la adicción a los opiáceos, como la heroína y la morfina. Los drogadictos aseguran que esta planta les permite ‘desengancharse’ sin pasar por el terrible síndrome de abstinencia. Además, desintoxica sus cuerpos en pocos días, lo que normalmente tarda más de tres meses con los tratamientos tradicionales.
Al respecto, J. Díaz Márquez nos cuenta, en su artículo titulado La Ibogaína, que el primer heroinómano que se curó con el arbusto africano fue Howard Lostsof, un norteamericano que en 1963 consumió la corteza de la planta buscando un viaje sicodélico. Luego de 36 horas Lostsof, que fue heroinómano durante 19 años, descubrió que no sentía la necesidad de inyectarse droga. Posteriormente, probó la Iboga con otros seis adictos y tuvo éxito en las desintoxicaciones, esto lo motivó para crear una casa de rehabilitación en Staten Island, Nueva York. Tras su curación, Lostsof obtuvo un grado en cinematografía y se dedicó a promover e investigar el uso de la Iboga, inclusive registró varias patentes de la planta con la finalidad de tratar la dependencia a diversas drogas. Murió el 31 de enero de 2010, de 66 años, de cáncer de hígado.
La evidencia sugiere que la Iboga también puede interrumpir la adicción al alcohol y a la nicotina, pero los gobiernos, o entidades privadas, nunca han mostrado interés en realizar los estudios científicos correspondientes. De hecho, en Estados Unidos es ilegal tratar adictos con Iboga, aunque algunas clínicas lo hacen clandestinamente y reportan excelentes resultados. Sin embargo, es poco lo que se puede hacer mientras la planta sea una sustancia controlada.
Supera a los fármacos occidentales en el tratamiento de la impotencia sexual masculina y la anorgasmia femenina; pero, por ahora, a los grandes laboratorios no les interesa el tema
Planta maestra
En dosis grandes la Iboga induce visiones; por eso, ha sido un elemento central en diversos rituales africanos. Uno de los más conocidos lo practica la etnia Fang, en Gabón, y se llama Bwiti, palabra que significa ‘liberación’, o ‘libertad’. El Bwiti se sustenta en el consumo de grandes dosis de Iboga para acceder a visiones que le permiten al tomador reflexionar sobre su vida y renacer mental y físicamente. En este orden de ideas, se relaciona con los temas universales de la vida y la muerte, y puede considerarse una ceremonia análoga a los desaparecidos misterios eleusinos de la Grecia antigua.La National Geographic realizó un documental, que emite con cierta frecuencia, sobre un antropólogo norteamericano que fue iniciado en el Bwiti. El ritual tarda dos días y el investigador consumió pedazos de la raíz de la Iboga, infusiones y hasta lo bañaron con líquido de la planta. Ayudado por sus visiones el investigador enfrenta varias pruebas de renacimiento y purificación. Cuando todo termina sostiene que jamás había sentido tanto amor, paz y equilibrio con la naturaleza.El ritual del Bwiti fue reprimido por los misioneros católicos, pero nunca pudieron acabarlo. El 6 de junio de 2000, el Consejo de Ministros de la República de Gabón declaró la Iboga como un tesoro nacional.
El uso sacramental de la Iboga
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