Investigaciones científicas muestran una estrecha relación entre la creatividad y las enfermedades mentales; sin embargo, estas enfermedades, que tan fácil se diagnostican, podrían en otro ambiente y en otro paradigma, ser lo que distingue a un chamán del resto de las personas.
La modernidad ha dibujado el estereotipo
del genio loco –el científico loco, o el artista, que siendo una fuerza
de la naturaleza en el ejericio de su creatividad, pierde su mente.
Esta imagen a la vez simplifica, romantiza, hace un cliché y rechaza
tácitamente a uno de los principales arquetipos de la constelación de
personalidades que tiene la psique humana y la sociedad como eje en
constante fricción y evolución. Y, sin embargo, tiene cierta razón al
equiparar la genialidad, expresada como creatividad, y a las
enfermedades mentales –según parece constatar investigación científica
reciente. Existe una relación entre las enfermedades mentales, propias o
familiares, y el desarrollo del pensamiento creativo (también conocido
como pensamiento divergente). Pero vale la pena preguntarse también si
esos diagnósticos clínicos o si esta supuesta locura en realidad es una
enfermedad mental. La misma persona, naciendo en el seno de una
comunidad del Amazonas, con las mismas características mentales que una
persona en Boston, por ejemplo, podría convertirse en chamán y guía de
su tribu, cuando este mismo individuo en Estados Unidos seguramente
sería marginado, recluido y reducido con fármacos que, destinados a
curar su divergencia mental, apagarían toda su chispa creativa.
La Neurociencia de la Creatividad
La investigación más extensa sobre la relación entre la creatividad y las enfermedades mentales ha sido publicada recientemente por investigadores del Instituto Karolinska de Suecia,
quienes analizaron hasta 40 años de datos en registros de 1.2 millones
de personas. Los resultados muestran que las familias con una historia
de depresión bipolar y esquizofrenia tuvieron mayores probabilidades de
producir artistas y científicos –los escritores, por ejemplo, tuvieron
una mayor probabilidad de ser diagnosticados con esquizofrenia,
depresión, ansiedad y abuso de drogas, y un 50% más de probabilidades de
suicidarse.
También en el Institu Karolinksa, se
descubrió hace dos años que existe cierta similitud entre el cerebro de
las personas creativas y las esquizofrénicas, ambas con una menor
cantidad de genes receptores de dopamina (D2), lo cual teorizan podría
ocasionar un menor grado de filtrado de señales y por lo tanto un mayor
flujo de información. Esto coincide con la teoría de que la creatividad
está ligada a un mayor acceso a la mente inconsciente.
Aunque los investigadores son precavidos
y piden no exaltar las enfermedades mentales –en función a estar
ligadas con la creatividad– postulan lo que podría ser un cambio de
paradigma en el tratamiento: “Si uno toma la perspectiva de que algunos
fenómenos asociados con la enfermedad del paciente son benéficos, esto
abre una vía para un nuevo acercamiento al tratamiento”, dice el Dr.
Kyaga.
En su investigación sobre la creatividad y los procesos neurales que la acompañan, A Journey into Chaos: Creativity and the Unconscious,
la Dra. Nancy Andreasen propone una teoría de la creatividad ligada al
flujo del pensamiento inconsciente. Basándose en estudios realizados con
sujetos del Writers Workshop de la Universidad de Iowa, propone un
modelo de creatividad bajo el acrónimo R.E.S.T, esto es random episodic silent thought (pensamiento
aleatorio silencioso episódico). Andreasen sugiere que “las regiones
que parecen estar más vinculadas al proceso creativo son las del córtex
asociativo, las regiones cerebrales que están más activas durante REST,
cuando una persona se encuentra involucrada en pensamiento de asociación
libre no censurado”. Lo cual la hace concluir que la creatividad surge
de la mente inconsciente. Esto también para explicar los procesos de la
llamada “inspiración” o momentos Eureka en los que la mente parece estar
vagando libremente, sin cuitas específicas, cuando de esta aparente
relajación del problema o cuestión que le atañe, surge una epifanía.
Probablemente al liberar a la mente del escrutinio racional,
esencialmente reduccionista y fragmentario, pero ya asimilando la
información que la razón ha puesto dentro de la caja, puede
salirse de la caja y ver la imagen completa. Dejar que el sistema
operativo sea controlado aunque languidamente por el inconsciente
sugiere que entramos a un estado mental en el que podemos acceder a una
mayor cantidad de información: todas las memorias que tenemos debajo del
umbral cognitivo, reprimidas o simplemente inactivas –memoria hasta del
inconsciente colectivo– integradas en la ráfaga de una idea. Y como
dice Andreasen: “Durante el proceso creativo, el cerebro trabaja como un
sistema autoorganizado”, lo cual sugiere un carácter holístico, es
decir, el acto creativo es un acto que toma toda la información del
sistema para producir algo nuevo o una nueva forma de entender el todo.
Generalmente se cree que los hombres de
genio, como Einstein o Mozart, encuentran sus ecuaciones o sus sinfonías
en la naturaleza, como si estuvieran flotando ahí en un mundo eterno de
las ideas. Quizás esto sea solamente otra forma de decir que entran en
contacto depurado con la información del inconsciente. De igual manera,
los chamanes señalan que obtienen sus conocimientos, por ejemplo la
medicina de la ayahuasca, de sus ancestros o de los espíritus de la
naturaleza. Es posible que exista una memoria colectiva a la que, a
través de una resonancia morfica,
en ocasiones tenemos acceso o sintonizamos. Esta memoria quizás no se
ubique en el cerebro como tal sino en la naturaleza misma, en un campo
morfogenético, como teoriza Rupert Sheldrake. Esto también explicaría la
llamada inspiración –una palabra que contiene el prefijo latino in
(dentro) y el verbo “spirare”, respirar; la misma etimología que la
palabra espíritu, cuyo significado en latín es aliento. Respirar
entonces es equivaente a ingerir “espíritus”. Estos espíritus son los
que inspiran el conocimiento o la creatividad. Curiosamente en sánscrito
el término para la memoria cósmica y el éter es el mismo: akasha.
Hamlet VS la Matrix
La única diferencia
entre un loco y yo,
es que yo no estoy loco.
Dalí
entre un loco y yo,
es que yo no estoy loco.
Dalí
Actualmente existen datos que sugieren que cerca del 20 20% de los estadounidenses padece algún tipo de enfermedad mental; otras cifras pronostican que hasta 2 mil millones de personas podrían padecer demencia en el 2050.
La Asociación Americana de Psiquiatría cada vez acuña una mayor
cantidad de enfermedades, un aumento exponencial se ha registrado en los
últimos 50 años pasando de 130 a 357 enfermedades mentales
clasificadas, incluyendo una nueva que llama ”trastorno de desafío oposicional” (ODD, por sus siglas en inglés) y define como “un patrón constante de comportamiento desobediente, hostil y desafiante”.
Volvemos a plantear la pregunta, ¿en
realidad la estructura mental de estas personas que están siendo
recluidas en instituciones mentales, marginadas de la sociedad y
dosificadas con fuertes fármacos –alimentando una multimillonaria
industria– es enferma y congénitamente disfuncional? O ¿es solamente
enferma y disfuncional bajo un paradigma, relativamente reciente, con el
que la sociedad y el poder establecido busca defenderse de las fuerzas
del caos, de la incertidumbre y del cambio radical? Lo cual nos hace
recordar lo que dijera J. Krishnamurti: “No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”. O la introducción a la Historia de Locura
de Foucault, con esta cita de Pascal: “Los hombres son tan
necesariamente locos que habría que estar afectado por otro giro de
locura para no estarlo”. Uno puede sospechar que, paradójicamente, un
mundo como el nuestro solo la locura lo cura.
“Amor conducido por la locura”
En su imprescindible texto Historia de la locura en la época clásica, Michel
Foucault explica cómo partir de la desaparición de la lepra, la locura
llegó a ocupar su posición de exclusión. Antes, los locos eran
entendidos como aquellos que habían llegado demasiado cerca a la razón
de Dios y eran aceptados en el medio de la sociedad. Pero ya en el siglo
XVII, en lo que Foucault describe como el Gran Confinamiento, los
miembros irracionales de la sociedad fueron sistemáticamente
institucionalizados. Con la Ilustración la locura llegó a verse como la
antípoda de la razón (que a su vez ascendió al trono único de las formas
del conocimiento: algo que apenas hoy se empieza a cuestionar
seriamente otra vez con la llamada inteligencia emocional y el
movimiento feminista). Foucault también, dentro de su filosofía,
describe como el cuerpo humano, estudiado en prisiones y hospitales, se
ve sujeto al poder, se convierte en un mecanismo de poder para las
instituciones: el cuerpo traducido en información.
El caso más emblemático en la literatura
de un hombre que es llevado al exilio y finalmente a la muerte por una
sociedad que lo rechaza, etiquetándolo como mentalmente enfermo, pero
que aún así lleva a cabo el papel de reestablecer un orden más profundo
–o al menos subvertir el existente para dinamizar un proceso de
transformación. Esta tal vez sea la labor arquetípicamente trágica del
“loco” en el drama cósmico de la vida.
En un principio Hamlet es capaz no solo
de percibir lo que los demás no logran hacer (el fantasma de su padre),
sino de asimilar (como lo hace un chamán, y a diferencia de Horatio) y
descubrir a través de esta percepción paranormal una cuestión vital para
su comunidad (el crimen por el que se ha elevado a su tío al trono de
Dinamarca). Sin embargo, al denunciar este crimen, los dueños de la
realidad lo exilian tanto física como simbólicamente (y de la misma
realidad) desatando una energía psíquica que no podrá más que terminar
en una tragedia.
Entre la iluminación y la locura, Hamlet
desvela el mundo invisible, el mundo de los ancestros, que para los
chamanes es la fuente de conocimiento principal:
There are more things in heaven and earth, Horatio,
Than are dreamt of in your philosophy
Than are dreamt of in your philosophy
Y con maestría psicológica una sencilla
frase que luego sería evocada por Milton cuando dijo: “La mente es su
propio lugar y, en sí misma, puede hacer un Cielo del Infierno, un
Infierno del Cielo”, y que actualmente forma la base del pensamiento new
age:
There is nothing either good or bad, but thinking makes it so.
Y la más famosa de sus cavilaciones
metafísicas, que daría pie al Aleph de Borges y que hoy llamaríamos
“conciencia holográfica”:
I could be bounded in a nutshell, and count myself a king of infinite space.
Estas iluminaciones del Príncipe de
Dinamarca coquetean con un mistiscismo culturalmente transversal,
simbolizando joyas descubiertas por el entendimiento de quien ha viajado
a los mundos que yacen más allá del trance consensual de la realidad
cotidiana. Y es que Hamlet, ya como símbolo universal que escapa de la
ficción, ciertamente es digno de ser rey o chamán, sólo que su
comunidad no lo ha sabido proteger.
Chamanismo y arte: la mecha divina entre mundos
”El hombre loco y el chamán nadan en aguas donde el loco se ahoga”. Randy Moss
Como hemos visto, es posible que exista
una tenue línea entre el hombre de genio o el hombre creativo y el
enfermo mental. Esta línea quizás no tenga una demarcación fija, pero al
ser marcada en un punto con dejos definitivos por la sociedad parece
empezar a marcarse también en la realidad y en la mente de un individuo,
cuya característica principal podría ser sólo tener una mente
inusualmente divergente.
A la par a la figura occidental del
genio, existe en las tradiciones indígenas, aquellas más apegadas la
convivencia con la Tierra, la figura del chamán. El chamán parece ser
una versión más completa de lo que es para Occidente el artista. Como si
un artista brillante (y rayando en lo que consideramos locura) hubiera
tenido la oportunidad de florecer psicológicamente e incorporar todo una
serie de técnicas ancestrales para crear y para curar. Como si un
artista hubiera sido educado como un príncipe de la selva, mimado por
las musas y los númenes y llevado concienzudamente por los sabios (y
magos) de la corte.
Al igual que el chamán el artista
también cumple una función profética y una función sanadora. Según
McLuhan: “El artista se involucra en detallar una historia del futuro ya
que está consciente de las posibilidades inutilizadas del presente”. Y
de nuevo: “El artista es el hombre en cualquier campo, científico o
humanista, que palpa las implicaciones de sus actos y del nuevo
conocimiento en su propio tiempo. Es el hombre de una conciencia
integral”. Según Jodorowsky: “El arte que no cura, no es arte”. Otro en
punto en común –entre el chamán, el loco y el artista– es que suelen
dejar a un lado las improntas de la sociedad y regirse por su propio
orden –o un orden secreto. Todos estos son caminos para la
individuación.
Una notable definción del chamán, es
aquella de Terence Mckenna, que dice: “el chamán es el que ha visto el
final”. De su lectura del presente, de su penetración de la profundidad
infinita o casi infinita de lo que existe aquí, detrás de los velos:
”el chamán viaja a recuperar la joya perdida en el principio del
tiempo… disuelve fronteras, trasciende los conceptos culturales de
nuestra sociedad, viaja al mundo de las ideas de Gaia y las trae de
regreso en forma de arte, en su lucha por salvar al mundo”. En cierta
forma, una intuición esotérica sugiere que el chamán vive constantemente
el Apocalipsis en sus incursiones psicodélicas, y conforme a esa
revelación dirige el timón del barco colectivo, para cumplir el sueño de
la Tierra.
De aquí podemos extrapolar la
posibilidad de que muchas personas, particularmente las esquizofrénicas,
podrían convertirse, bien llevadas, en chamanes o artistas de gran
creatividad. El esquizofrénico nada en las mismas aguas que el chamán,
la diferencia es que el chamán tiene la confianza de su comunidad y
miles de años de técnicas a las cuales recurrir para surfear las olas o
frecuencias mentales de mundos superimpuestos que se agitan.
Al chamán se le se detecta en la
comunidad desde temprano, por ciertas características, hereditarias y
aprendidas, y se le dice: “tú curarás, tú profetizarás, tu guiarás”,
etc, al esquizofrénico o al bipolar también se les detecta temprano y se
les dice: “tú no encajas, tú eres un problema, tú no puedes cuidarte a
ti mismo, tú estás enfermo, tú debes de estar encerrado” y se le trata
de manera que su divergencia se convierte en una enfermedad: ”imagina
si fueras un poco raro y la solución fuera ponerte en un lugar donde
todos están locos”, un ambiente que seguramente tendría fuertes
consecuencias en la salud mental. Pero de entrada esa supuesta
enfermedad mental en muchos casos no existía –incluso actualmente se pone en duda que la esquizofrenia sea una enfermedad mental,
ya que no presenta necesariamente degeneración cerebral. La seguridad,
el reforzamiento de la familia, el cariño es vital para el
desarrollo. Un chamán tiene la protección de la comunidad o de un
círculo sagrado en cuyo centro está el fuego y en cuyo perímetro visible
está la tribu; en su perímetro invisible yacen los espíritus
guiardianes y ancestros. Un hombre loco está solo.
La diferencia estriba en tener una
tradición para conducir la locura. Algo que los mismos griegos tenían,
aunque padres primeros del imperio de la razón. Aristóteles decía que no
existía “genio sin una tintura de locura”. En el Fedro, como
recuerda Roberto Calasso, Sócrates señala que a través del “justo
delirar” se puede alcanzar la liberación de los males. Y que la manía –que hoy siempre connota una enfermedad– es más bella que la sophrosyne, la mesura. Esto es porque “la manía nace del dios” mientras que la sophrosyne “nace
entre hombres”. De lo que podmeos deducir que estamos medicando
–mesurando–aquello que nace de los dioses en nosotros. Roberto Calasso
en sus libros muestra reiteradamente la importancia que tenía en
diferentes culturas, como la griega o la india, la posesión para el
conocimiento y el desarrollo espiritual de un indiviudo, generalmente un
héroe. La posesión era algo natural y biendeseado. El amor, por
ejemplo, era entendido, literalmente como la invasión del Dios Eros,
quien solivianta una pasión. Había un tipo de locura que venía de las
ninfas, a la cual incluso los dioses, como Apolo, se entregaban. Esta
divina manía era la del conocimiento místico. Incluso en los Vedas se
habla que la inmortalidad del soma, solo se concede a través de la ninfa
y de la serpiente. Hoy en día vemos la posesión cargada de una
connotación negativa –hasta el punto de que si la detectamos
inmediatamente buscamos interrumpirla y secluirla.
No
tenemos los canales para explotar el conocimiento que viene por medios
no ordinarios, como teníamos en aquellas ciudades enteras que se erigían
alrededor de los oráculos o de los misterios, como Delfos o Eleusis, en
la antigua Grecia. Dice Mckenna:
No tenemos tradicion
del chamanismo, no tenemos tradición aventurándonos a estos mundos
mentales, nos aterra la locura, le tememos porque la mente occidental es
un castillo de naipes, y las personas que lo construyeron lo saben.
El Hilo Dorado de la Creatividad
Le tememos miedo a la locura, quizás
porque la locura no tiene miedo. No tiene miedo al cambio, al misterio, a
la destrucción, a la muerte (el chamán no teme la muerte porque ha visto el final).
En cierta forma es un instinto de preservación, una manifestación de la
eterna lucha entre el orden y el caos. Es necesario un tiempo para
asentarse, pero también es necesaria una energía que irrumpa y movilice:
rebeldía y revolución. La locura sin ser encauzada sólo subvierte y
desordena; el chamán es capaz de cuidar el fuego como de desatar la
tormenta.
El pensamiento occidental observa la
vida como un problema que debe resolverse. El chamanismo como un
misterio que debe vivirse. El chamán ama al Gran Misterio, incluso le
reza y lo eleva como uno de los nombres de la divinidad. Se arroja a él
con coraje y confianza. “La naturaleza ama el coraje” (aquel impulso que
vien del corazón), “tú haces el compromiso y la naturaleza responde a
ese compromiso removiendo obstáculos imposibles… Este es el truco. Esto
es lo que entendieron todos los maestros y filósofos que en realidad
tocaron el oro alquímico, esto es lo que entendieron. Esta es la danza
chamánica en la cascada. Así es como se hace la magia. Al arrojarte al
abismo y descubir que es una cama de plumas”, dice inspirado Terence
Mckenna.
Arrojarse al abismo –como el Loco del
Tarot que se perfila sobre el desfiladero temeriariamente porque tiene
al Sol atrás iluminándoo–, es lo que Carlos Castaneda llama “el vuelo
abstracto” es entregarse al espíritu. Fe, que en palabras de Alan Watts,
significa confiar en el misterio de la vida. Pero no es una fe ciega,
es un reconocimiento, es un acto gratitud, puesto que el que se arroja
ya ha visto de que está hecho el mundo. Ya ha comprobado la magia ya ha
recibido los dones de la vida, solo necesita como última prueba
disolverse en ella –para liberarse. Curiosamente el psicólogo Gary Fitzgibbon,
dice que la creatividad también puede entenderse como una habilidad
particular para “suspender la incredulidad”. Suspender la incredulidad,
porque, como dijera Phillip K. Dick en Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas:
“Todo es verdad… Todo lo que jamás alguien ha pensado es verdad”. La
locura, se dice, es creer en algo que no es real. ¿Pero que sucede si
somos capaces de crear lo que creemos?
Por último, quiero referirme al libro Gödel, Escher Bach: An Eternal Golden Braid, en
el que Douglas Hofstadter traza los hilos conductores y conectivos que
tejen la inteligencia humana en sus más altos puntos. Yo imaginó que
existe un mismo hilo dorado de creación entre la locura, el chamanismo y
el arte. Un hilo que se suspende en el abismo, que es la cuerda del
equilibrista que cruza entre mundos, que es una especie de resortera que
lo eleva, del inframundo a los mundos superiores (donde es un
relámpago) y que a la vez es un cable que lo mantiene conectado con la
totalidad de la existencia que emerge del vacío cuántico. Es un hilo
escurridizo y letal, pero con él se pueden tejer todas las historias y
llenarlas de un misterioso polvo dorado. La visión de ese hilo dorado es
lo que lleva a arrojarse al abismo –como si éste fuera “una cama de
plumas”.
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