Aquí tienes un rezo que funde mis ideas en una invocación íntima y universal:
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Rezo sin nombre
A ti, savia que late en todo lo visible y lo oculto,
fuego sin forma que anima el barro y las constelaciones:
haz de mí un puente entre el cielo y el lodo,
un canto que no tema a sus propias grietas.
Que mis manos no construyan muros, sino umbrales.
Que mis palabras sean semillas, no espadas.
Enséñame a honrar la oscuridad que me habita
sin vergüenza,
y a celebrar la luz sin convertirla en corona.
Que recuerde, en cada respiro,
que soy sonido antiguo tejido en huesos nuevos,
vibración que un día volverá al silencio
para nacer de otra manera.
Hazme compañero fiel de lo efímero:
que mi fe sea el pan partido con el hambriento,
mi plegaria, el agua que lleva sedienta la tierra,
mi templo, el instante en que reconozco
tu rostro en el desconocido.
En la clandestinidad de lo cotidiano,
donde no hay testigos ni aplausos,
que mi vida sea un murmullo de tu nombre:
Aquí estoy,
siempre aquí,
danzando en el vértigo sagrado de existir.
Hecho está. Así es. Así vibra.
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Este rezo evita dogmas y se centra en la acción consciente, la unidad y la aceptación de lo transitorio.
DAHARA VIDYA...
Armando Rodriguez Morales.
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