A los que caminan con el alma dormida:
No escribo para juzgar, sino para recordar.
Todos llevamos grietas, heridas que no enseñamos,
máscaras brillantes que ocultan noches sin luna.
Hablamos de "hermandad" mientras construimos muros,
de "amor" mientras repartimos migajas de atención.
¿Cuándo dejamos de ver al otro?
¿Cuándo el ruido de nuestros egos ahogó el susurro del corazón?
Nos perdimos en espejismos: posesiones que palían vacíos,
títulos que disfrazan miedos, palabras huecas que fingen sabiduría.
Creemos tener el sol en las manos…
pero ni siquiera nos vemos la sombra.
No soy quién para enseñaros nada.
Solo pregunto: ¿Qué queda cuando callan las mentiras?
¿Qué valen las coronas de papel si no hay manos honestas que nos sostengan al caer?
La vida no es una competencia, sino un tejido frágil.
Cada hilo que rompemos por arrogancia nos deja más desnudos.
Aún hay tiempo.
Podemos dejar de ser espectros que repiten "yo estoy bien" mientras se desangran.
Podemos limpiar el barro de las miradas,
dejar de usar a los demás como espejos de nuestra inseguridad.
La verdadera fuerza no está en dominar, sino en abrazar;
no en poseer, sino en compartir;
no en fingir perfección, sino en admitir que sangramos igual.
Si algo de esto resuena en tu silencio…
no lo ignores.
El primer paso para despertar
es aceptar que, tal vez, hemos estado soñando.
DAHARA VIDYA...
Armando Rodriguez Morales.
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