lunes, 21 de diciembre de 2015

ASI HABLA QUETZALCÓATL


Limpia tu mente y todo se limpiará.

Le decían:
¿Como sabremos que nos enseña el atardecer y como nos enseña la mañana y como nos trae conocimientos cualquier circunstancia?

Y el así contestaba:

Cada cosa fuera de ti es un espejo donde te miras. Si la nube de la angustia llena el horizonte de tu corazón, veras una nube de angustia en cada corazón. Si la calma viene a sentarse en medio de tu pecho, veras que cada uno también lleva sentada la calma en su pecho. Si tu cabeza es la gua-rida donde se esconden pensamientos de odio, de rencor o de envidia, cuando camines por las calles y las plazas de la vida solo veras pasar por ellas al odio, y sentado en las bancas al rencor, y en cada esquina a la envidia.
Y dirás:

¡Desearía volar mas allá de esta ciudad porque esta contaminada y quisiera salir de esta casa, para sentir el campo limpio y su pureza!
Y yo te digo:

Limpia tu mente y todo se limpiara. Limpia tu corazón y todo se limpiara.

Limpia tu cuerpo y todo estará limpio. Ignorante es aquel que, viendo lo de fuera sucio, no se da cuenta de su suciedad y dice: Me adelantare en mi corazón para limpiar mi templo, porque su altar esta sucio y su luz atenuada. Ignorantes son aquellos que pretenden limpiar su templo en el templo de los demás, y todos los días y todas las noches de su existencia
piensan que el mal esta fuera de ellos y no en su corazón.

Mira los centzontles y mira los jilgueros y mira el cocoztli, ¿quién podría decirles: tu canto no es armónico?

Mira los sauces, y los ocotes, y los ahuehuetes ¿ quien podría decirles: tu crecimiento no es armó-nico?

¿Cómo entonces, podría decirse esto del hombre?

¡Cuánto aprendería un espíritu critico si supiera que se esta criticando en voz alta a si mismo, cuando critica a alguien!
Cada cosa tiene su lugar, y cada uno tiene su camino.
Solo aquel que no lo conoce sigue los caminos de otros, hasta que al fin, encuentra el suyo.
¡ Bendito el día en que lo encuentra, porque ese día ha nacido de nuevo!
Solo a partir de ese momento le dirán algo los atardeceres, le dirían algo las mañanas, y le habla-ran las flores.
Empezara a caminar con la naturaleza, y su lengua será como la de los pajarillos, sus manos serán como ríos, y sus ojos serán la vida que mira a la vida.

Amenhotep Tutmosis

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