“Una gran
civilización no es conquistada desde afuera…
… hasta que
se destruye ella misma desde adentro.
W. Durant”
El amor no
es una simple emoción;
el Amor es la máxima verdad del corazón.
Una
fuerza impersonal consciente que los brujos llaman el Intento o el Espíritu.
Enseñar
era un absurdo. Transmitir su conocimiento a quienes iban a perpetuar la vida
del linaje era otro asunto.
Él se
consideraba un navegante del Infinito y decía que para navegar en lo
desconocido, como lo hace un chamán, uno necesita pragmatismo ilimitado,
cordura sin medida y “agallas de acero”.
En vista
de todo esto don Juan creía que “la espiritualidad” es simplemente una
descripción de algo imposible de lograr bajo los patrones del mundo cotidiano,
y no es un modo vivo de actuar.
Fuerza
que los chamanes consideran como la base del universo y a la que llaman el
Intento. Es el Intento quien decide la producción de un chamán, ya sea
literaria o cualquier otra.
Lo
único que se puede hacer es llegar a un estado de conciencia acrecentada que
nos permita percibir al mundo que nos rodea de una manera más amplia. En otras
palabras, la meta del chamanismo de don Juan es romper los parámetros de la
percepción histórica y cotidiana, y entrar a percibir lo desconocido. De ahí
que él se llamara a sí mismo un navegante del Infinito. Él sostenía que más
allá de los parámetros de la percepción diaria, está el Infinito. Llegar a eso
era la meta de su vida, y puesto que él era un chamán extraordinario, nos
inculcó a nosotros cuatro ese deseo. Nos forzó a trascender el intelecto y a
encarnar el concepto de la ruptura de los parámetros de la percepción
histórica.
Según lo
que nos enseñó don Juan Matus, los chamanes que vivieron en México en tiempos
antiquísimos descubrieron una serie de movimientos, ejecutados con el cuerpo,
que los llevaron a un estado de desarrollo físico y mental de tal magnitud que
decidieron llamar a tales movimientos pases mágicos.
Don Juan
nos dijo que por medio de sus pases mágicos, dichos chamanes adquirieron un
nivel de conciencia acrecentada que les permitió ejecutar proezas de percepción
indescriptibles.
Los pases
mágicos fueron enseñados a través de generaciones solamente a los practicantes
de chamanismo, en medio de un tremendo secreto y de complejos rituales. Así es
como se los enseñaron a don Juan Matus, y así es como él los transmitió a sus
cuatro discípulos.
Nuestro
esfuerzo ha consistido en extender la enseñanza de tales pases mágicos a quien
quiera aprenderlos. Los hemos llamado Tensegridad y los hemos convertido, de
movimientos enteramente personales y propios de cada uno de los cuatro
discípulos de don Juan, en movimientos genéricos aplicables a cualquier
persona.
La
práctica de la Tensegridad en forma individual o colectiva promueve la salud,
el vigor, la juventud y el bienestar general. Don Juan decía que la práctica de
los pases mágicos ayuda a acumular la energía necesaria para acrecentar la
conciencia y ampliar los parámetros de la percepción.
Nadie está
mejor que otro. Todos somos seres que vamos a morir, y a menos que tomemos en
cuenta cabal esta situación, no hay remedio para nosotros.
Este es otro punto del pragmatismo de los chamanes: el darse cuenta de que somos seres que vamos a morir. Los chamanes afirman que así todo adquiere una medida y un orden trascendental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario