Al igual que el sol, que cada día desaparece
para renacer a la mañana siguiente, el hombre muere para despertar a una nueva
vida. Pero ese renacimiento no está exento de peligros...
Uno
de los documentos más valiosos para conocer la religiosidad de los antiguos
egipcios es el Libro de los muertos. Se trata de una colección de breves textos
relacionados con la muerte, de la que se han hallado numerosos ejemplares en
los sepulcros antiguos. Titulado en realidad Libro para salir a la luz del día,
su contenido es muy variado. Lo que le da coherencia es el afán de cubrir las
distintas etapas por las que se creía que pasaba toda persona después de su
fallecimiento. Así, en primer lugar se encuentran las plegarias recitadas
durante la ceremonia de sepultura por los familiares y allegados. Luego se
transcriben las fórmulas de exorcismo y sortilegio que el difunto, después de
salir de la momia como si ésta fuera una crisálida, debía pronunciar al entrar
en el Más Allá, para superar los diversos obstáculos que le salen al paso o
responder a guardianes de las puertas que debía atravesar. Igualmente, se ofrecía
una descripción poética de la vida de ultratumba, con gran riqueza de detalles.
Y por último se relataba la glorificación del alma en su viaje sobre la barca
del dios Re, atravesando el cielo sobre Egipto hasta llegar al tribunal del
dios Osiris, donde el corazón del suplicante (equivalente egipcio del alma)
sería pesado para determinar si merecía la vida eterna.
Las
primeras versiones del Libro de los muertos se remontan a mediados del III
milenio a.C. Después de múltiples modificaciones, en los siglos VII-VI a.C. se
llegó a una versión definitiva. En torno al libro se generó todo un negocio
controlado por los sacerdotes, los únicos posesores del saber misterioso que en
él se contenía y que vendían a los particulares ejemplares a veces muy lujosos.
La fama de la obra repercutió asimismo en la arquitectura funeraria; la
decoración de muchas tumbas reales tomo numerosos elementos del Libro de los
muertos. Destacan a este propósito las tumbas de Pashedu, en Tebas, o el templo
funerario de Tutmosis III en Deir el-Bahari.
LA MUERTE
Durante el curso de la
existencia, diferentes tipos de energía fluyen por el organismo humano. Cada
tipo de energía tiene su propio sistema de acción; cada tipo de energía se
manifiesta a su tiempo. A los dos meses de concepción tenemos la función
digestiva, a los cuatro meses y medio de la concepción se manifiesta la fuerza
motriz y muscular, esto va relacionado con el nacimiento de la función
respiratoria y pulmonar. A los diez meses y medio, el crecimiento, con todos
sus maravillosos metabolismos y los tejidos conjuntivos. Entre los dos y los
tres años del niño, se cierra la fontanela frontal de los recién nacidos,
quedando de hecho el sistema cerebro espinal perfectamente formado. Durante los
siete primeros años, se forma la personalidad humana. A los 14 años aparece la
energía personal, fluyendo avasalladoramente por el sistema neuro simpático. A
los 35 años aparece el sexo en su forma trascendental de emoción creadora. Es
al llegar a esta edad cuando podemos fabricar eso que se llama Alma. El hombre
normal no tiene Alma, mejor dicho, todavía NO es hombre ni tiene Alma. El
animal intelectual, falsamente llamado hombre normal, es una máquina controlada
por la legión del "YO"; éste es pluralizado. "Debo leer un
libro", dice la función intelectual; "me voy a un partido de
fútbol", dice la función motriz; "tengo hambre, no iré a ninguna
parte", declara la digestión; "prefiero ir a donde una mujer",
declara el "yo" pasional, etc., etc., etc. Todos estos
"YOES" riñen entre sí. El "yo" que hoy jura fidelidad a la
Gnosis, es desplazado por otro que odia a la Gnosis. El "yo" que hoy
adora a una mujer es desplazado después por otro que la aborrece. Sólo
fabricando ALMA establecemos un principio permanente de Conciencia dentro de
nosotros mismos. Aquel que tiene Alma vive consciente después de la muerte. El
Alma puede ser creada con la acumulación de energías más sutiles, que el
organismo produce, y su cristalización a través de supremos esfuerzos para
hacerse auto-consciente en forma total y definitiva. Desgraciadamente, el
animal intelectual llamado hombre, gasta torpemente estas energías en
apetencias, temores, ira, odio, envidia, pasiones, celos etc., etc. Es urgente
crear la voluntad consciente; es indispensable someter todos nuestros
pensamientos y actos al JUICIO INTERNO. Sólo así podemos crear eso que se llama
Alma. Necesitamos auto-conocernos profundamente para crear ALMA. EL RAYO DE LA
MUERTE El Rayo de la Muerte reduce al llamado hombre, a una simple quinta
esencia molecular, así como una tonelada de flores puede reducirse a una simple
gota de perfume esencial. La energía de la muerte, por ser tan fuerte, destruye
totalmente el organismo humano. Es una corriente de tan altísimo voltaje, que
inevitablemente destruye el organismo humano cuando llega a circular por éste.
Así como un rayo puede despedazar un árbol, así también el Rayo de la Muerte
reduce a cenizas al cuerpo humano; es el único tipo de energía que el organismo
no puede resistir. Este rayo conecta la muerte con la concepción; los dos
extremos se tocan. Cuando la esencia se desprende del viejo cuerpo, bajo el
impacto terrible del Rayo de la Muerte, se produce una tensión eléctrica tremenda,
y una nota clave, cuyo resultado axiomático es el movimiento y combinación de
los GENES determinantes del futuro cuerpo físico. Así es como los sutiles
constituyentes del huevo fecundado, se acomodan en disposición correspondiente,
teniendo como base la tensión eléctrica y la nota clave de la muerte. LO QUE
CONTINUA Dos cosas van al sepulcro: la primera es el cuerpo físico, la segunda
es la personalidad humana. Esta última, como ya dijimos, se forma durante los
primeros siete años de la infancia, y se robustece con las experiencias. A
veces, la personalidad deambula por el cementerio; otras sale de su sepulcro
cuando sus dolientes la visitan y le llevan flores. Pero, poco a poco la
personalidad se va desintegrando. La personalidad es energética y atómica. La
personalidad es perecedera. No existe ningún mañana para la personalidad del
difunto, ella es mortal. La personalidad no se reencarna. La personalidad es
hija de su tiempo y muere en su tiempo. Aquella que continúa es la ESENCIA, es
decir, el FANTASMA DEL MUERTO. Dentro de dicho fantasma se desenvuelve el EGO
REENCARNANTE el "YO", el MÍ MISMO. Este último es legión de diablos
que continúan. Es falso dividirnos entre dos "yoes", uno de tipo
inferior y otro de tipo superior. El "yo" es LEGIÓN DE DIABLOS, que
se desarrollan dentro de nosotros mismos, eso es todo. Mucho se habla en la
literatura ocultista de un "YO" SUPERIOR, de un "YO"
DIVINO, pero resulta que ese "YO" SUPERIOR no es tal "yo".
La SEIDAD DIVINA trasciende de todo yoismo. Aquello que no tiene nombre profano
es el Ser, el Intimo. La ESENCIA es molecular; la esencia, el fantasma del
muerto, vive normalmente en el mundo molecular, así como en el mundo físico
usamos un cuerpo celular, en el mundo molecular, usamos un cuerpo molecular. El
"Libro Tibetano de los Muertos" dice textualmente lo siguiente:
"¡Oh! Noble por nacimiento... tu cuerpo presente, siendo un cuerpo de
deseo... no es un cuerpo de materia grosera, así que ahora tú tienes el poder
de atravesar cualquier masa de rocas, colinas, peñascos, tierra, casas, y el
Monte Meru mismo, sin encontrar obstáculo... Estás ahora provisto del poder de
las acciones milagrosas que, empero, no es el fruto de ningún Shamadi, sino del
poder que viene a ti naturalmente... Tú puedes, instantáneamente, llegar a
cualquier lugar que desees; tienes el poder de llegar allí en el tiempo que un
hombre tardaría en abrir o cerrar la mano. Estos varios poderes de ilusión y de
cambio de forma, no los desees, no lo desees". EL CUERPO VITAL En el
organismo humano existe un cuerpo TERMO-ELECTRO-MAGNÉTICO. Este es el Cuerpo
Vital. Dicho cuerpo es el asiento de la vida orgánica. Ningún organismo podría
vivir sin el Cuerpo Vital. Cada átomo del Cuerpo Vital penetra dentro de cada
átomo del cuerpo físico para hacerlo vibrar intensamente. Todos los fenómenos
químicos, fisiológicos y biológicos, todo fenómeno de percepción, todo proceso
metabólico, toda acción de las calorías, etc., tienen su base en el Cuerpo
Vital. Este cuerpo es, realmente, la sección superior del cuerpo físico, el
cuerpo TETRADIMENSIONAL. En el último instante de la vida, dicho cuerpo se
escapa del organismo físico. El Cuerpo Vital no entra al sepulcro. El Cuerpo
Vital flota cerca del sepulcro, y se va desintegrando lentamente conforme el
cadáver se va desintegrando. Al sepulcro sólo entran el cadáver y la
personalidad del fallecido. El Cuerpo Vital tiene más realidad que el cuerpo
físico. Sabemos muy bien, que cada siete años cambia totalmente el cuerpo
físico, y no queda ni un sólo átomo antiguo en dicho cuerpo. Empero el Cuerpo
Vital no cambia. En dicho cuerpo están contenidos todos los átomos de la niñez,
adolescencia, juventud, madurez, vejez y decrepitud. El cuerpo físico pertenece
al mundo de tres dimensiones. El Cuerpo Vital es el cuerpo de la cuarta dimensión.
LA QUINTA DIMENSIÓN Los fantasmas de los fallecidos viven en la quinta
dimensión, ésta es la ETERNIDAD. Largo, ancho y alto, forman las tres
dimensiones del mundo celular. El tiempo es la cuarta dimensión; la eternidad,
la quinta dimensión; y aquello que está más allá de la eternidad y del tiempo,
corresponde a la sexta dimensión. Realmente, la liberación comienza en la sexta
dimensión, el mundo del Espíritu Divino, es el mundo ELECTRÓNICO, el mundo de
la sexta dimensión. Todo aquel que muere, entra en la quinta dimensión. La
eternidad se abre para devorar a los fallecidos, luego los expulsa de su seno
para regresarlos al mundo del tiempo y de la forma física. Los fallecidos son
expulsados de la eternidad porque todavía no poseen el SER. Sólo quienes poseen
el SER pueden vivir en la eternidad. El SER es el Intimo, el Espíritu. Es
necesario trabajar primero con la materia molecular para fabricar Alma; luego
refinar la energía de esta Alma a un grado más alto, para fabricar Espíritu.
Hay que transmutar la materia molecular en electrónica, y fusionar el átomo,
para liberar el fuego sagrado que nos convierte en espíritus divinos.
Fuente: www.nationalgeographic
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