Eres claramente en ti mismo una porción de la esencia de Dios. ¿Por qué, entonces, desconoces tu noble nacimiento? ¿Por qué no reparas en tu procedencia? ¿Por qué no recuerdas, cuando comes, quién es el que come y a quién alimentas? ¿No sabes que nutres a lo divino; que mueves a lo divino? Llevas a Dios contigo.
Los hombres se perturban no por las cosas que les suceden, sino por sus opiniones sobre las cosas que suceden. Epictecto (55-135)
Epicteto, esclavo emancipado, fue un filósofo estoico griego. De él no se conservan obras escritas, pero su discípulo Flavio Arriano recogió sus doctrinas esenciales en un manual. Cuando, hace muchos años, estudiaba para ser consejero psicológico, Epicteto fue una fuente de inspiración para mí. Su nombre apareció repetidas veces en el estudio del impacto que tienen nuestras emociones y conductas sobre la mente y se hacía referencia a él en la literatura sobre terapia emotiva racional. Años más tarde, sigo indagando en las principales obras de este filósofo estoico, leo sus Coloquios y aprendo más sobre su filosofía.
Las dos citas que he seleccionado son valiosos pensamientos espirituales y filosóficos, de casi dos mil años de antigüedad. Los he incluido en este libro porque creo que pueden enriquecer nuestra vida.
En el fragmento más largo, que comienza diciendo: «Eres claramente en ti mismo una porción de la esencia de Dios...», Epicteto nos recuerda que con frecuencia olvidamos que todos tenemos la chispa divina, una «parte de Dios». Esta profunda idea es tan difícil de asimilar, que Epicteto insiste, desde su experiencia como esclavo, en que no es más que la verdad. Imagina cómo sería ser plenamente consciente de llevar a Dios contigo.
Si Dios está en todas partes, entonces no hay lugar donde no esté. Esto también te incluye a ti. Una vez conectas con este entendimiento, recobras la capacidad de dominar tus energías. En lugar de verte como algo separado del milagroso poder de Dios, reivindicas tu divinidad y reclamas toda la potencia de Dios.Cuando comes, estás ingiriendo a Dios y nutriendo a Dios. Cuando duermes inhalas a Dios y le dejas descansar. Cuando haces ejercicio, mueves a Dios y al mismo tiempo le fortaleces.
Seguramente, cuando leas estas palabras verás que esto tiene sentido, pero probablemente seas como muchos de los que no crecimos con este concepto. La imagen que la mayoría tenemos de Dios suele ser la siguiente: Dios es una gigantesca máquina expendedora, que está en el cielo y que tiene la forma de un hombre con barba blanca sentado en un trono. Tú depositas monedas en forma de oraciones y unas veces Dios te enviará lo que necesitas y otras no. Ésta es la idea de Dios como algo separado y distinto de nosotros mismos. Epicteto sugiere cambiar este concepto del «universo como una monarquía» por el entendimiento de que somos una obra de Dios, un fragmento del mismo Dios. Sai Baba fue un avatar contemporáneo que vivía en la india y sabía lo que es ser la chispa divina de Dios y lo practicaba, fue consciente de que él forma parte de Dios y de que, a su vez, Dios también formaba parte de él. Demostró públicamente su condición divina de diversas maneras, y una de ellas es una variación de la habilidad divina de hacer aparecer panes y peces. Cuando un periodista occidental le preguntó a Sai Baba: « ¿Eres Dios?», él respondió amablemente: «Sí, lo soy y tú también lo eres. La única diferencia entre tú y yo es que yo lo sé y tú no». Cuando sabes que eres una manifestación de Dios, has conectado conscientemente con El y tratas a los demás y a ti mismo como una expresión de lo divino. En Roma y en Grecia, esto es lo que nos decía Epicteto hace dos mil años. Confía en tu naturaleza divina, no discutas nunca la nobleza de tu verdadero yo y trátate con el mismo respeto que a Dios.
La segunda observación de Epicteto, sencilla como parece, quizás haya sido la información más útil que he recibido en mi vida. Nuestra opinión sobre las cosas, no las cosas en sí, es la que causa problemas en nuestra vida. ¡Qué gran fuente de liberación saber que nadie puede molestarnos, que nada exterior puede hacer que nos sintamos mal, que controlamos nuestros sentimientos al decidir cómo interpretar las cosas, los acontecimientos, a las otras personas y sus opiniones!
Hace muchos años, cuando trabajaba como psicólogo para una escuela, solía invocar la sabiduría de esta observación. Cuando un estudiante estaba enfadado por lo que otro hubiera dicho o hecho, yo le preguntaba: «Supongamos que no supieras lo que han dicho de ti, ¿seguirías estando enfadado?». El estudiante solía responder: «Claro que no. ¿Cómo podría estar enfadado si no lo supiera?». Entonces le decía afablemente: «Así, no ha sido lo que han dicho o hecho. Cuando eso sucedió no estabas enfadado, hasta que te enteraste y decidiste reaccionar molestándote». Los estudiantes empezaron a tomar conciencia de que nadie puede hacer que nos enfademos sin nuestro consentimiento.
Estas dos joyas de Epicteto han influido en mi vida y en mis libros, y disfruto recordándome su valor cada día. Las comparto contigo porque me han ayudado mucho. La clarividencia espiritual de Epicteto está contenida en este antiguo dicho sánscrito: «Dios duerme en los minerales, se despierta en las plantas, camina en los animales y piensa a través de ti». Dicho de otro modo, no hay lugar donde Dios no esté durmiendo, despierto o caminando.
Dios es la fuente universal de la existencia, es una presencia más que una persona y esta presencia piensa dentro de ti. Entonces, ¿cómo has de pensar? Utiliza esta presencia de Dios para darte cuenta de la magnitud de tu capacidad de pensamiento. No son las cosas, los acontecimientos, las circunstancias y las opiniones de los demás los que te hacen sentir incómodo e inestable, es la forma en que empleas al Dios que hay en ti, a tu yo invisible, para procesar aquellas cosas que determinan tu felicidad, ¡no es más que eso! Date cuenta de que Dios está en ti, contigo, detrás de ti, delante de ti y que puedes sentirlo en todas partes, especialmente en tus opiniones sobre las cosas que te suceden.
Para que estas dos antiguas observaciones te puedan ser de utilidad, empieza por:
Recordar diariamente que eres una creación divina y que tienes derecho a ser tratado con amor por los demás y por ti mismo. Al sentirte conectado a Dios, en lugar de creer que estás separado de Él, sentirás mayor respeto hacia ti mismo.
Practica regularmente rituales que te ayuden a afirmar la presencia de Dios en ti y en todo lo que haces. Bendice la comida y da gracias, y cuando lo hagas, recuerda que estás alimentando a lo divino. Del mismo modo, cuando hagas ejercicio visualiza la energía de Dios en todas tus células.
Da gracias por todo lo que recibes, incluyendo la lluvia, el aire, el sol y las tormentas, como quiera que se manifiesten. La gratitud es una forma de reconocer al Dios que hay en todas las cosas.
Abandona cualquier tendencia a culpar de tu desdicha a las circunstancias externas. Cuando te sientas molesto, pregúntate: « ¿Cómo puedo cambiar mi actitud hacia este suceso y eliminar el malestar?». Luego, ponte manos a la obra hasta que la culpa desaparezca. Esto se puede conseguir bastante rápido si estás dispuesto a eliminar de tu vida a los culpables y entrar en contacto con Dios, como Epicteto nos animó a hacer hace dos milenios.
Del libro “La Sabiduría de Todos los Tiempos”, del Dr. Wayne Dyer
Compartió : DAHARA VIDYA.
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