sábado, 5 de noviembre de 2016

Cuando un hombre escupió a Buda.


Otro día, Buda se encontraba con su joven aprendiz Ananda y otros muchos. Un hombre adulto les estaba observando. No era mala persona pero envidiaba a esos hombres que se decía que eran muy felices con muy pocas posesiones materiales y por ello dirigía su ira contra ellos. Se acercó a Buda, precisamente por ser él el más virtuoso, y sin mediar palabra le escupió a la cara. Los discípulos se abalanzaron sobre el hombre para alejarlo de Buda. —Maestro, permíteme que le enseñe modales —dijo Ananda. Con toda la tranquilidad del mundo, Buda se limpió la cara y contestó: —No. Permíteme que le de las gracias. —¿Las gracias? —se extrañaron todos. —Sí —hizo una reverencia y dijo:— Muchas gracias. Tu acción ha servido para permitir probarme a mí mismo si todavía me puede invadir la ira. Y no puede. Buda dirigió una rápida mirada a sus discípulos y en último lugar a Ananda. —También quiero darte las gracias en nombre de Ananda. A él le has demostrado que no ha podido dominarse todavía a sí mismo. Te estamos todos tan agradecidos que te invitamos a venir a nosotros cada vez que te invada a ti la ira. El hombre sintió como si recibiera una sacudida tremenda porque jamás se habría esperado una reacción así. Se fue avergonzado a su casa. Por la noche, no consiguió conciliar el sueño. Pensaba que se había acercado para provocar a esos hombres, pero se había encontrado que ninguno le agredía… ¡y que uno le daba las gracias! Al día siguiente volvió ante Buda y se postró pidiendo perdón: —Lo siento, me he dado cuenta del error que cometí ayer. —No te puedo perdonar porque para ello habría tenido que enojarme, pero eso jamás pasó. Si necesitas que te perdonemos, ve con Ananda. Guardar rencor es como sujetar un carbón caliente con la intención de lanzárselo a alguien más; es uno el que se quema. Buda

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