Los odios aquí nunca se apaciguan con el
odio. Pero con el amor se apaciguan. Ésta es
una ley antigua.
La vigilancia es el camino a la no muerte. La
negligencia es el camino a la muerte. Los
vigilantes no mueren. Los negligentes son
como muertos.
Aquellos que contendrán la mente, que va
lejos, que anda sola, incorpórea, que yace en
una cueva, se liberarán de los vínculos de
Māra.
La muerte se lleva al hombre de mente
apegada que sólo recoge flores, como la gran
correntada se lleva al poblado dormido.
Aquel necio que comprende su necedad, por
esto es un sabio; pero el necio que se
considera sabio, ése ciertamente es un necio.
Si viese a un sabio, que como un guía que
lleva a un tesoro escondido, señala y censura
las faltas, uno debería asociarse con este
sabio. Es sólo para bien, no para mal,
asociarse con tal.
Así como una roca sólida no se mueve por el
viento, los sabios no se conmueven ante la
crítica y el elogio.
La fiebre no existe para aquel que ha andado
el camino, sin pesar, liberado de todo, que ha
cortado todos los nudos.
Y uno podría vivir cien años no viendo el
estado inmortal; mejor es un día de vida de
uno que ve el estado inmortal.
Aun el bueno ve el mal mientras el bien no
madura. Pero cuando el bien madura,
entonces los bienes el bueno ve.
Todos tiemblan ante el castigo, todos temen a
la muerte. Haciendo la comparación con uno
mismo, uno no debería dañar, ni debería
hacer dañar.
Ciudad construida de huesos, cubierta de
carne y sangre: Allí están depositadas la vejez
y la muerte, la vanidad y la ingratitud.
Uno mismo es realmente el protector de uno
mismo. ¿Qué otro protector habría? En
verdad, entrenándose bien a sí mismo, uno
obtiene un protector difícil de obtener.
Uno mismo es realmente el protector de uno
mismo. ¿Qué otro protector habría? En
verdad, entrenándose bien a sí mismo, uno
obtiene un protector difícil de obtener.
No hacer ningún mal. Generar el bien.
Purificar la propia mente. Ésta es la
enseñanza de los Buddhas.
La salud es la mejor ganancia; el
contentamiento es la mejor riqueza; alguien
de confianza es el mejor familiar; el Nibbāna
es la Felicidad Suprema.
Del deseo surge pesar; del deseo surge miedo.
En ése liberado del deseo no hay pesar, ¿de
dónde miedo?
Uno debería conquistar el odio con el amor;
debería conquistar el mal con el bien; debería
conquistar la mezquindad con la generosidad,
la mentira con la verdad.
Gradualmente, poco a poco, momento a
momento, el sabio debería remover la
impureza de sí mismo como el platero
[remueve] la de la plata.
Porque habla mucho, no por esto es sabio.
Ése con seguridad, sin enemistad, sin miedo,
es llamado sabio.
De los senderos, el óctuple es el mejor; de las
verdades, las cuatro sentencias; la ausencia de
pasión es el mejor de los estados; y de los
bípedos, el que ojos tiene.
Si al abandonar una moderada cantidad de
felicidad viese abundante felicidad, el sabio,
viendo la abundante felicidad, debería dejar
esta moderada cantidad de felicidad.
Mejor es no hacer una mala acción; una mala
acción atormenta después. En cambio mejor
es hacer una buena acción; habiéndola hecho,
no se arrepiente uno.
Si uno no consiguiese a un compañero sagaz
con quien andar, un sabio que vive bien,
debería andar solo como el rey que ha
abandonado el reino conquistado, como el
elefante Mātaṅga en la selva.
Conquistador de todo, conocedor de todo, yo
soy, no contaminado entre todas las cosas. He
abandonado todo, estoy liberado por la
destrucción del deseo. Habiendo
comprendido por mí mismo, ¿a quién debería
señalar [como mi maestro]?
El bhikkhu de mente serena, que ha entrado
en una casa vacía y que percibe claramente el
Dhamma, experimenta un goce superior al de
los humanos.
Ese que conoce las vidas pasadas y los cielos
y los infiernos y que ha alcanzado la cesación
de los nacimientos; el sabio perfecto en
conocimiento, que ha logrado todo, a ése yo
llamo un brahmán.
Dhammapada