miércoles, 1 de octubre de 2025

LOS BARBAROS DEL ORO Y LA CRUZ

 La fábula reconfortante de los barbaros civilizadores es quizás el engaño más rentable y duradero de la historia. Mientras nos repiten hasta el cansancio el cuento de hadas de que España trajo la "civilización" a un continente de salvajes desnudos y sangrientos, la evidencia grita lo contrario: vinieron a saquear, y para justificar el robo, inventaron una misión divina.



La supuesta superioridad europea se desmorona con una simple pregunta de higiene: ¿Qué clase de civilización enseña "avance" a pueblos que ya se bañaban dos veces al día, cuando ellos olían a sudor y miedo en sus ropas sin lavar? La conquista no fue el triunfo de lo limpio sobre lo sucio, sino todo lo contrario.


Mientras en Europa se sangraba a los enfermos con sanguijuelas y se rezaba para curar la peste, aquí existía una farmacopea y un conocimiento médico que dejaba en la prehistoria a la medicina del viejo mundo. Los "primitivos" aztecas tenían especialistas en cirugía y hematología, usaban anestésicos y entendían las epidemias, mientras el "civilizador" solo trajo la viruela y la muerte.


¿Arquitectura? Sus catedrales se erigieron sobre los escombros de nuestras pirámides, obras de una ingeniería tan colosal que sus restos aún hoy avergüenzan la supuesta grandiosidad europea. Teotihuacan o Xochicalco no son monumentos de salvajes, son la prueba de que los verdaderos bárbaros fueron los que no supieron ver más allá de su propia codicia y estupidez.


El calendario maya, las chinampas, los códices, la metalurgia, una economía que funcionaba... todo fue sistemáticamente destruido, quemado, fundido o prohibido. No por ser inferior, sino porque era un recordatorio demasiado incómodo de que la "civilización" que pretendían imponer era, en muchos aspectos, un retroceso.


Así que no, no nos "trajeron" la civilización. La encontraron aquí, floreciente, y su "contribución" fue demolerla, robar el oro, quemar los libros y reescribir la historia para hacerse pasar por los héroes del relato. La mayor maldad no fue solo el robo, sino haber construido una mentira durante más de 500 años para disfrazarlo de caridad.


Cordial saludo de:  

ARMANDO RODRIGUEZ MORALES

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